Por Diego Estrada
destrada@stakeholders.com.pe
Según la Defensoría del Pueblo, la mayor parte de los casos de conflicto en los que se encuentran involucradas las empresas son de carácter socioambiental, y hasta el momento suman 116 de los cuales 85 aún se encuentran activos.
En el Perú de los últimos seis años, el 48 % de los conflictos sociales han sido tratados a través de procesos de diálogo, según la Defensoría del Pueblo. Algunos de ellos han sido improvisados, otros largos y poco eficaces, pero también hay algunos en los que las partes lograron desentrañar los problemas colaborando mutuamente hasta llegar a acuerdos.
Dentro de los 116 conflictos relacionados con empresas, 72 de ellos son del sector minero, lo que muestra la razón por la cual debemos darle un enfoque principal a este sector cuando hablamos de conflictos y ausencia de diálogo. Según Javier Caravedo, director ejecutivo de ProDialogo, la gestión del dialogo en conflictos sociales es sobre todo importante en proyectos mineros, en donde se debe trabajar la legitimidad del proyecto, y con esto hace referencia al trabajar el concepto de confianza por encima del tema legal que igualmente debe estar impecable; y es que este activo intangible, la confianza, es necesaria para prevenir cualquier tipo de conflicto, pues eventualmente puede que exista uno, pero es importante tratar a éste como una oportunidad de mejorar las condiciones y no de una manera confrontacional.
Javier Caravedo segura que debe haber un proceso de dialogo, y no se debe ver a este solo como el realizar reuniones, sino que implica realizar cambios de enfoque para llegar a entender las dimensiones históricas, sociales, políticas e institucionales, y realizar los cambios normativos que sean necesarios para que todos estén conformes y se llegue a un consenso.
En ese sentido, Caravedo afirma que para esto es necesario un dialogo transformativo que tiene en cuenta cuatro puntos: primero debe ser genuino, esto quiere decir que se debe sentir democrático, plural, horizontal, donde la comunicación sea constructiva; segundo, debe ser intercultural, y no solo en termino de empresa y pueblos indígenas, porque a veces no hay población indígena, pero es necesario ver que estamos entendiendo o cuales son las lógicas de desarrollo que se quieren lograr; tercero, que sea multiactor, que no sea una conversación solo de dos actores, sino que esto involucre tanto a empresa, comunidad y al estado; y por último, debe ser sostenible, es decir el dialogo no es solo cosa de una reunión, sino que debe mantenerse de manera sistemática.
Sin embargo, según José Salazar, CEO de Proel, agencia especializada en prevención y gestión de crisis, la razón principal por la que hay un fracaso en el dialogo es por la falta de intereses comunes de ambas partes y la ausencia de un objetivo final para el diálogo.
Para el especialista, el diálogo fracasa porque los intereses son individuales, porque cada actor tratará de obtener ventaja propia en la negociación y porque la emoción, en este caso normalmente negativa, se apodera de las discusiones; es en esta etapa donde la comunicación empática juega un rol fundamental porque, entre otros aportes, permite ponernos en el lugar del otro y asumir que hay uno o varios hechos que han generado una situación de conflicto.
Caso del proyecto minero Tía María
Para ejemplificar un escenario en donde la discusión es el diálogo, José Salazar aseguró que la falta de trabajo en la fase inicial o temprana del conflicto, seguimiento inadecuado a los acuerdos logrados y falta de canales de comunicación locales fueron la razón por la cual este caso de Tía María ha crecido tanto. El Gobierno como la propia empresa debieron explicar, adecuadamente, los cambios introducidos al diseño original del proyecto minero, los impactos y los compromisos asumidos, tanto los nuevos como los anteriores.
Y es que una buena estrategia de comunicación local sirve para monitorear adecuadamente expectativas, intereses, contrariedades y reclamos de la población. Junto a la prevención, la comunicación resulta indispensable para abordar aspectos emocionales en juego, aprender a escuchar y, sobre todo, crear los mecanismos adecuados para esa escucha. Solo así podremos apreciar el gran impacto que tiene la comunicación en prevenir los conflictos sociales y en aportar al cambio social.
La minería tiene un gran impacto sobre la economía en el Perú; sin embargo, tiene un pasivo reputacional, una percepción negativa no solo entre las comunidades del entorno minero, sino entre la opinión pública en general. Y aquí está el reto de la comunicación: convertirse en una gran oportunidad para cambiar esa mala reputación. Pero las estrategias de comunicación, con contenido altamente empático y con lenguaje adecuado y sencillo, tienen que aplicarse antes de que una empresa privada ponga su primera maquinaria en el terreno, inclusive antes de que el Estado entregue la concesión minera a una determinada empresa. Tiene que aplicarse en la etapa primaria de desarrollo y no en medio del conflicto.