Dr. Alindor Bazán Hernández
Asesor Curricular de la Universidad Privada del Norte Cajamarca
El rol de un directivo en las instituciones educativas es de vital importancia porque moviliza al personal, diseña e implementa las políticas institucionales, acompaña el trabajo pedagógico de los docentes, motiva a todo el personal, y vela por el buen funcionamiento de los recursos y la infraestructura para que sea acogedora y saludable; todos estos aspectos con la única finalidad de mejorar los aprendizajes en los estudiantes; en suma, un director es el líder pedagógico.
Estudios demuestran que el liderazgo directivo es la segunda variable más relevante para elevar la calidad de los aprendizajes (después de la calidad docente) y resulta especialmente efectiva, ya sea en educación básica o en educación superior. Esto refuerza la importancia del trabajo cooperativo, en el que ambos factores, directivos y docentes, se conjugan y fortalecen alrededor del liderazgo pedagógico (Minedu, 2016). Desde esta perspectiva, el liderazgo pedagógico se define como la labor de movilizar, de influenciar a otros para articular y lograr las intenciones y metas compartidas de las instituciones educativas.
Nuestra sistema educativo actual requiere que los directores asuman un verdadero rol de líderes pedagógicos, que no solo se ocupen de las funciones administrativas o que esporádicamente visiten las aulas para llenar una ficha de monitoreo, o que rara vez converse con los estudiantes sobre sus necesidades o intereses, que muy poco integre a los padres de familia en el trabajo pedagógico; se requiere un director que genere espacios pedagógicos para todos los actores, que se involucre en el desarrollo de las sesiones de aprendizaje junto con sus maestros, que promueva comunidades de enseñanza y aprendizaje entre docentes y administrativos para revisar y evaluar los resultados de aprendizaje y tomar decisiones pertinentes
Además, en el más breve plazo, se requiere un director que genere confianza e inspire a todos, que sea un trabajador apasionado de lo que hace, que promueva el trabajo colegiado con los docentes, que ambos realicen la planificación de cada unidad y sesión de aprendizaje; luego, desarrollen la clase junto con otros docentes bajo la modalidad de docencia compartida. Se necesita un director que no solo le interese la bonita infraestructura del colegio, sino que priorice la mejora de la infraestructura emocional de todos los actores. Tal como plantea el Minedu (2014), cuando el director de una escuela enfoca las tareas con liderazgo pedagógico, es decir, cuando orienta los objetivos hacia los aprendizajes, su actuar tiene un impacto positivo en el rendimiento académico de los estudiantes.
Todos los aspectos antes señalados podrían lograrse si se toma en cuenta las prácticas de liderazgo propuestas por Viviane Robinson, que son cinco dimensiones que los directivos deben tomar en cuenta para una buena gestión: establecimiento de metas y expectativas, uso estratégico de recursos, planeamiento, coordinación y evaluación de la enseñanza y del currículo, promover y participar en el aprendizaje y desarrollo de los docentes, y, garantizar un ambiente seguro y de soporte.
En conclusión, nuestra actual educación requiere de un modelo de gestión escolar centrado en los aprendizajes; a partir del liderazgo pedagógico del director, que permita las condiciones necesarias para alcanzar los aprendizajes fundamentales, deseables y necesarios en todos los estudiantes. Par tener mejores resultados se requiere configurar el rol del director, que sea una persona apasionada, que inspire y movilice a todos los miembros de la comunidad educativa hacia el cumplimiento de las metas y objetivos. Necesitamos un director como líder pedagógico y una comunidad educadora.