Compromiso empresarial - Alianzas

Alianzas estratégicas: la clave empresarial para cumplir los ODS y alcanzar la sostenibilidad

En el Perú, las empresas están comprendiendo que la sostenibilidad no se construye en solitario. A través de alianzas con el Estado, la academia, organizaciones sociales y otras compañías, el sector privado avanza en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Expertos coinciden en que estas sinergias generan impactos tangibles y transformadores.

Por Denisse Torrico

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Desde 2015, la Agenda 2030 ha marcado el rumbo de gobiernos, empresas y sociedad civil. En su núcleo, el ODS 17 recuerda que ningún actor puede enfrentar por sí solo desafíos como el cambio climático, la desigualdad o la pobreza energética. La cooperación y las alianzas estratégicas se han convertido, así, en un eje esencial de un modelo de negocio consciente.

“Los ODS son una agenda global que nos desafía a erradicar la pobreza, proteger el planeta y garantizar prosperidad al 2030. Para que las empresas puedan contribuir de manera efectiva, resulta esencial promover alianzas estratégicas sólidas y sostenibles que no solo impulsen el cumplimiento de los ODS, sino que también generen resultados de negocio alineados con el desarrollo de los territorios”, indica Luis Eduardo Alburqueque, gerente de Gestión Social en Kallpa.

Según datos de las Naciones Unidas, al 2024 apenas el 17 % de las metas de los ODS muestra avances concretos, mientras que el 35 % permanece estancado o en retroceso. Frente a este panorama, las empresas han comprendido que sumar capacidades no es opcional, sino indispensable.

“Una alianza estratégica no empieza con un contrato, empieza con una visión compartida. No se trata solo de sumar esfuerzos, sino de identificar objetivos comunes y establecer compromisos claros desde el inicio. Eso implica escuchar activamente, medir impactos y generar beneficios tangibles para todos los involucrados”, señala Gianina Guerra, gerente de Asuntos Corporativos y Sostenibilidad de Solgas.

Gianina Guerra – Gerente de Asuntos Corporativos y Sostenibilidad de Solgas.

Para Ivo Saona, director general en Aporta, plataforma de innovación e impacto social de Breca, las alianzas más efectivas son aquellas que se construyen desde una visión de largo plazo y con un propósito compartido. “No se trata únicamente de sumar capacidades, sino de alinear convicciones y entender que los desafíos de sostenibilidad requieren soluciones sistémicas”, precisa.

El valor compartido bajo la lupa

Desde la academia y la práctica, el concepto de “valor compartido” se ha posicionado como paradigma de las alianzas. Para Saona, “la clave está en diseñar alianzas desde el enfoque de valor compartido: identificar un problema social o ambiental que también represente una oportunidad de sostenibilidad para la empresa”.

El planteamiento resulta sólido. Sin embargo, las comunidades suelen percibir en estas iniciativas más retórica que resultados concretos. Muchos programas empresariales se quedan en pilotos de corto alcance, incapaces de responder a problemas estructurales como la desigualdad en el acceso a servicios básicos o el deterioro ambiental. La contradicción es evidente, ya que mientras las empresas hablan de innovación social, la Defensoría del Pueblo registra que más del 60 % de los conflictos sociales del país está vinculado directamente a la actividad empresarial, sobre todo en sectores como energía y minería.

Para Luis Eduardo Alburqueque, la sostenibilidad corporativa solo es posible cuando la empresa entiende que su viabilidad depende de su relación con las comunidades.

“El sector privado enfrenta el reto de realizar una inversión responsable que trascienda lo económico. Esto implica fortalecer alianzas, garantizar la convivencia con otras actividades en los territorios e integrar la sostenibilidad en la cadena de valor. Una empresa que opera con responsabilidad social y ambiental mejora su reputación, reduce riesgos, accede a financiamiento más competitivo y genera confianza con inversionistas, clientes y comunidades”, señala.

ODS 17: ¿brújula de acción o excusa corporativa?

Una encuesta desarrollada por Pacto Mundial de la ONU revela que el 78 % de las empresas que apoyan los ODS lo hacen a través de alianzas. El número 17 se ha convertido en una referencia obligada en los reportes de sostenibilidad. Pero, mientras más empresas lo mencionan, más urgente resulta cuestionar cómo lo aplican.

“A menudo se considera que son las empresas quienes deben liderar el cumplimiento de los ODS. Sin embargo, su rol debe entenderse como parte de un esfuerzo colectivo”, advierte Alburqueque.

Luis Eduardo Alburqueque – Gerente de Gestión Social en Kallpa

Saona coincide en que, si bien las empresas suelen buscar alianzas, cada actor cumple un rol complementario que potencia los impactos sostenibles. “Cuando las asociaciones sin fines de lucro, Estado y la academia se articulan con la empresa, se logra trascender el impacto puntual y avanzar hacia cambios estructurales. Es ahí donde las iniciativas dejan de ser filantrópicas y se convierten en palancas de transformación”, comenta.

En este sentido, subraya que el modelo multiactor no puede marginar al Estado. “Su rol protagónico es indispensable para asegurar continuidad en las políticas públicas, condición necesaria para que las iniciativas privadas puedan perdurar en el tiempo y consolidar avances hacia los ODS”, menciona.

Pasar de la narrativa a la transformación

La sostenibilidad ya no se mide por la cantidad de alianzas anunciadas, sino por la capacidad de estas de alterar dinámicas estructurales de pobreza, exclusión y crisis ambiental. Ahí radica el verdadero vacío.

Guerra apunta que “las alianzas estratégicas generan verdadero valor compartido cuando se construyen sobre un principio básico: entender las necesidades de la comunidad”. No obstante, en el Perú las alianzas empresariales suelen estar desconectadas de la planificación estatal y de los objetivos regionales, lo que limita su impacto.

En ese sentido, las empresas también reconocen que, si bien el ODS 17 pone el foco en las alianzas, su aplicación exige transparencia en la gestión de recursos y disposición a compartir información. En un país con altos índices de desconfianza institucional como el Perú, este componente se vuelve determinante. Por ello, algunos sectores están impulsando observatorios ciudadanos y reportes colaborativos que permiten a la sociedad civil monitorear los avances.

El futuro de la sostenibilidad empresarial dependerá de la construcción de alianzas que incomoden, que obliguen a cambiar prácticas y que midan su éxito no en comunicados, sino en la reducción de conflictos sociales, en la mejora del acceso a servicios y en la protección efectiva del ambiente. De lo contrario, el ODS 17 y las alianzas estratégicas seguirán siendo un discurso cómodo para las empresas, pero vacío para la ciudadanía.

“Las alianzas estratégicas deben orientarse a resultados concretos: proyectos que generen impacto positivo verificable, eviten duplicidades y fortalezcan la sostenibilidad del negocio mientras contribuyen al cumplimiento de los ODS”, finaliza Alburqueque.

Los especialistas coinciden en que el futuro de las alianzas estará marcado por dos tendencias: la digitalización y la acción climática. La primera permitirá escalar proyectos de inclusión financiera, educación y salud a través de plataformas digitales. La segunda, en tanto, obligará a las empresas a articular esfuerzos en torno a la descarbonización, la gestión del agua y la resiliencia de los ecosistemas.

Casos de éxito

La experiencia internacional muestra que las alianzas estratégicas son capaces de transformar sectores completos. En países como Colombia y Chile, proyectos multiactor en minería, energía renovable o economía circular han logrado establecer estándares compartidos que luego son adoptados a nivel nacional. En el Perú, este proceso recién empieza a consolidarse, pero ya existen avances relevantes que revelan un cambio cultural en las empresas. Existen ejemplos valiosos de cómo las alianzas pueden convertirse en motores de sostenibilidad.

Sinba, por ejemplo, trabaja con restaurantes para impulsar un mundo sin basura ni desperdicios. El Pacto Global, por su parte, ha movilizado a más de un centenar de empresas que avanzan juntas en temas como equidad de género, gestión responsable de residuos o acción climática. La Coalición Nacional de Economía Circular es otro caso inspirador: integra a empresas, universidades y autoridades para repensar modelos de producción y consumo con una mirada regenerativa.

Ivo Saona destaca que, en Aporta, la plataforma de innovación e impacto social de Breca, han comprobado que las alianzas más transformadoras son aquellas en las que cada actor aporta su mayor fortaleza —sea financiamiento, conocimiento técnico, alcance territorial o capacidad de gestión—. “La efectividad viene, sobre todo, de tener metas claras, mecanismos de gobernanza transparentes y una mirada común hacia el impacto que se quiere generar”, precisa.

Ivo Saona – Director general en Aporta

Por su parte, Gianina Guerra destaca la iniciativa Mujeres con Energía de Solgas, que trabaja junto a organizaciones sociales y comunidades para empoderar a mujeres emprendedoras mediante capacitación en gestión de negocios. “Esta experiencia refleja nuestro propósito de potenciar el espíritu emprendedor para mover al país hacia un futuro con más progreso y humanidad”, manifiesta.

Estos casos demuestran que, cuando se unen capacidades y se enfocan en retos reales, desde la transición energética hasta la inclusión social, los resultados trascienden a cada organización y generan impactos que benefician al país entero.




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