
La Amazonía peruana no solo es un tesoro de biodiversidad, sino también una aliada poderosa en la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, este ecosistema crítico enfrenta amenazas sin precedentes: deforestación, incendios forestales y retrocesos en políticas que debilitan su protección. Si queremos conservar estos bosques y alcanzar las metas de carbono neutralidad del país, necesitamos soluciones prácticas, inclusivas y escalables.
Hoy más que nunca, es urgente mirar hacia nuestros bosques tropicales, que no solo almacenan miles de millones de toneladas de carbono, sino que regulan las lluvias en todo el continente, protegen fuentes de agua y sostienen economías locales y nacionales. Cuando perdemos estos bosques, no solo liberamos CO₂, también interrumpimos los sistemas que sostienen el desarrollo nacional y la continuidad operativa de muchas empresas. Proteger la Amazonía no es caridad. Es gestión de riesgos.
El enfoque tradicional de conservación ha demostrado ser insuficiente frente a la magnitud del desafío. Si realmente queremos proteger estos bosques a largo plazo, debemos integrar su valor ambiental al sistema económico, reconociendo que los servicios ecosistémicos que brindan son infraestructura productiva del país. Esto implica construir modelos donde conservar sea rentable y viable para quienes viven y trabajan en estos territorios.
Un ejemplo concreto de este enfoque es el trabajo que desarrollamos en Green Gold Forestry (GGF). Partimos de una premisa clara: el bosque que paga, se conserva. Es decir, la conservación del bosque debe ser económicamente viable para todos los actores involucrados: empresas, comunidades e inversionistas. Por ello, hemos convertido más de 250,000 hectáreas de selva amazónica de uso maderero hacia la conservación basada en carbono. A través de nuestro proyecto de carbono certificado por Verra, generamos Unidades de Carbono Verificadas (VCUs) de alta calidad, que permiten a las empresas compensar sus emisiones mientras se protege hábitats críticos y se impulsa el desarrollo local.
Pero el carbono es solo una parte de la ecuación. Una acción climática eficaz también debe ser inclusiva. Por eso trabajamos directamente con más de 18 comunidades indígenas y locales, beneficiando a más de 4,000 personas. Co-diseñamos con ellas proyectos productivos que conectan conservación y economía: desde la recolección de aguaje y elaboración de artesanías, hasta agricultura sostenible. Buscamos demostrar que conservar no significa detener, sino transformar. Al fortalecer sus derechos territoriales, brindar asistencia técnica y facilitar acceso a financiamiento, empoderamos a las comunidades como guardianas del bosque a largo plazo.
El Perú tiene ante sí una oportunidad histórica: dejar de ver a sus bosques como un recurso que se agota, y empezar a tratarlos como una oportunidad de desarrollo climático y social. Para lograrlo, el compromiso del sector público y privado es clave. Por un lado, el el avance del marco regulatorio del estado es fundamental para asegurar la integridad, trazabilidad y transparencia de los mercados de carbono. Y por el otro, el sector privado tiene la oportunidad de liderar con responsabilidad, apostando por proyectos que aseguren calidad, inclusión indígena y sostenibilidad real.
La transición hacia la carbono-neutralidad del Perú requiere del compromiso de todos para trazar un camino sostenible hacia adelante. Las soluciones basadas en bosques, como las que promovemos desde GGF, ofrecen a las empresas una vía concreta para reducir emisiones, gestionar riesgos y contribuir a las metas climáticas nacionales.
En Green Gold Forestry estamos demostrando que conservar puede ser un buen negocio, y que los negocios, bien enfocados, pueden ser una fuerza para la resiliencia climática, la equidad y la regeneración. El bosque puede pagar. Y debe hacerlo, si queremos conservarlo.