
El etanol, producido a partir de caña de azúcar, comienza a consolidarse como una de las alternativas más viables para reducir las emisiones del sector transporte en el Perú. Este biocombustible, con una de las huellas de carbono más bajas del mercado, ya cuenta con una cadena de producción activa en regiones como Piura y Lambayeque, que destacan por sus condiciones agroclimáticas ideales.
“La transición energética es clave para reducir las emisiones del transporte. Debemos avanzar hacia energías renovables como el etanol. El Perú tiene las condiciones para hacerlo”, afirmó el ministro del Ambiente, Juan Carlos Castro Vargas.
Beneficios ambientales, económicos y sociales
El etanol peruano se elabora principalmente a partir de la caña de azúcar, lo que permite una reducción de hasta el 85 % de las emisiones de CO₂ frente a los combustibles fósiles. Además, puede mezclarse con gasolina sin necesidad de modificar motores ni infraestructura existente, lo que facilita su adopción a gran escala.
“El Perú debe apostar por sus recursos naturales. La caña de azúcar tiene una ventaja comparativa que impulsa el desarrollo rural y nos permite ofrecer un biocombustible de clase mundial”, sostuvo John Carty, presidente de la Asociación Peruana de Agroindustriales del Azúcar y Derivados (Perucaña).
La industria del etanol genera más de 40,000 empleos directos y alrededor de 100,000 indirectos, posicionándose como un importante motor de desarrollo económico en zonas agrícolas del país.
Producción eficiente pero uso limitado
En la actualidad, el Perú cuenta con más de 86,000 hectáreas cultivadas de caña de azúcar, de las cuales unas 30,000 están destinadas a la producción de etanol con tecnología moderna. Las plantas operadas por Agroaurora y Caña Brava en la costa norte destacan por su eficiencia, con un rendimiento de 121 toneladas por hectárea, el más alto de América Latina.
Pese a contar con una capacidad instalada de 340,000 m³ anuales, el país apenas utiliza cerca de 200,000 m³, gran parte de los cuales se destinan a la exportación. A nivel local, la mezcla obligatoria de etanol con gasolina permanece en un modesto 7.8 %, muy por debajo de países como Brasil o Paraguay, que ya alcanzan mezclas del 27 % y 30 %, respectivamente.
Lecciones de la región: Brasil y Guatemala marcan el camino
Brasil es el referente regional en integración del etanol. Desde la década de 1970, con su Programa Proálcool, desarrolló una industria robusta con apoyo estatal, incentivos fiscales, inversión en infraestructura y el desarrollo de vehículos flex-fuel. Hoy, millones de automóviles operan con mezclas de hasta 27 %, reduciendo drásticamente la dependencia del petróleo y las emisiones urbanas.
Guatemala también ha decidido avanzar. A partir de enero de 2026, comenzará a mezclar etanol con gasolina de manera obligatoria, siguiendo el ejemplo brasileño e impulsando una transición hacia una matriz energética más limpia.
El gran pendiente: una política energética integral
A pesar del potencial técnico, agrícola e industrial, el Perú todavía carece de una política energética clara que permita escalar el uso del etanol en el mercado interno. Para expertos del sector, es necesario un marco normativo que fomente la inversión, promueva el consumo local y articule la cadena de valor del biocombustible.
En un escenario global donde la reducción de emisiones y la diversificación energética son prioridades urgentes, el etanol se presenta como una solución concreta, sostenible y al alcance del país. Su desarrollo no solo ayudaría a mitigar la crisis climática, sino que también fortalecería las economías rurales y consolidaría un camino hacia la movilidad limpia en el Perú.