
La gestión de residuos sólidos urbanos es un desafío común en varias ciudades de América Latina, especialmente aquellas con alta densidad poblacional y procesos de urbanización acelerados. Según el Banco Interamericano de Desarrollo y ONU Medio Ambiente, en la región se generan más de 541,000 toneladas diarias de residuos, de los cuales apenas el 10% se aprovecha y más del 30 % termina en vertederos a cielo abierto o directamente en el ambiente. Este panorama evidencia que el problema trasciende fronteras locales y requiere una mirada estructural e integrada.
Frente a esta problemática compleja, se han desplegado esfuerzos significativos orientados a mitigar sus impactos. Una estrategia efectiva ha sido articular el fortalecimiento del servicio municipal de recolección de residuos con la recuperación de espacios públicos seguros y funcionales, junto a una coordinación estrecha entre instituciones y ciudadanía. Un ejemplo concreto de este enfoque es el trabajo que viene realizando Línea 1 del Metro de Lima, que, mediante la recuperación de espacios públicos, en alianza con autoridades locales y vecinos organizados, contribuye activamente a enfrentar esta situación.
La eliminación de puntos críticos donde por años se acumulaban toneladas de residuos y la recuperación de espacios degradados no son solo gestos de embellecimiento urbano; son acciones que reafirman la urgencia de rescatar estos lugares del abandono y evitar que el problema continúe agravándose y perpetuándose. Sin embargo, también revelan un problema estructural que requiere de soluciones de fondo, drásticas y duraderas.
La acumulación y quema de residuos es una práctica que sigue siendo cotidiana en varios distritos de Lima. Las causas principales de este problema ambiental responden a diferentes factores que dificultan la implementación de un sistema de gestión de residuos eficiente y una sólida cultura ambiental. Entre ellas destacan el crecimiento desordenado de la ciudad, la informalidad y la baja recaudación de impuestos en algunos distritos, una economía que promueve el consumo desmedido sin incentivar la valorización de los residuos, y la falta de recursos para lograr implementar soluciones innovadoras frente a los grandes retos que tenemos como ciudad. A ello se suma, en algunos casos, un conocimiento limitado por parte de la ciudadanía sobre las consecuencias ambientales y de salud que estas prácticas conllevan, lo cual hace más necesario el fortalecer los procesos de educación y sensibilización en torno al manejo adecuado de los residuos.
El Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA), entidad adscrita al Ministerio del Ambiente, ha identificado puntos críticos vinculados a la acumulación y quema de residuos en toda Lima Metropolitana, de los cuales el 35 % se concentra en los distritos del sur de Lima. Esta situación evidencia una problemática: la normalización de la acumulación y quema de residuos en espacios públicos refleja desigualdades profundas. Mientras algunos sectores cuentan con servicios adecuados, otros se han visto forzados a deshacerse de los residuos que generan de la peor manera posible.
En estas zonas, donde la acumulación y quema de residuos se ha vuelto recurrente, la situación es especialmente alarmante. Esta situación no solo genera un deterioro visible en la infraestructura urbana, sino también un riesgo constante para la salud de los vecinos. Respirar el humo de estos conatos de incendios significa exponerse a partículas tóxicas que afectan directamente tanto al ambiente como a las personas.
Revertir esta situación exige un esfuerzo integral que incluya, pero no se limite a la recuperación de espacios públicos. Es fundamental que las autoridades, no solo locales fortalezcan su rol articulador, refuercen los sistemas de recolección y gestión de los residuos, sancionen con firmeza la quema de basura indiscriminada, e incentiven la segregación desde la fuente, el reciclaje y la reutilización. Además, es importante resaltar que la ciudadanía y demás instituciones deben asumir un compromiso activo, desde el rol que desempeñan, para que el sistema funcione.
Aunque la mayoría de los residuos generados en Perú podrían ser aprovechados, la realidad es otra: según el Ministerio del Medio Ambiente, el 78% de estos residuos tiene potencial para ser valorizado, pero solo se recicla el 1,8%. Esta brecha evidencia no solo una falta de infraestructura y educación ambiental, sino también la necesidad de fortalecer las actividades de reciclaje.
La educación ambiental no puede ser un discurso vacío: debe traducirse en programas sostenidos y acciones concretas que puedan ser puestas en prácticas en viviendas, colegios, instituciones y en la comunidad, sin generar un gasto adicional que desincentive su implementación.
Al mismo tiempo, es fundamental repensar la relación entre las personas y sus entornos vecinales. Los espacios públicos deben ser devueltos a la ciudadanía como lugares de encuentro y convivencia, no como puntos de acumulación de residuos. Pintar murales y colocar casetas de seguridad pueden contribuir, pero solo tendrán efecto si existe un compromiso real de las autoridades y de todos los actores involucrados en la generación y gestión de los residuos.
Lima tiene la oportunidad de replantear su modelo de desarrollo urbano y dejar atrás prácticas que afectan directamente la salud de sus ciudadanos y afectan el deterioro ambiental. Solo cuando la basura deje de ser vista como algo desechable y pase a ser gestionada de manera responsable, podremos afirmar que hemos dado un paso real hacia una ciudad más saludable, sostenible y digna para todos.