Con un consumo per cápita de 17.3 kg al año, el país tiene una de las cifras más altas de Sudamérica.

Por Stakeholders

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Mientras Perú discute sobre inflación, anemia y sostenibilidad, una solución nada silenciosamente en sus costas, ríos y lagos: el pescado. Con un consumo per cápita de 17.3 kg al año, el país tiene una de las cifras más altas de Sudamérica. Pero detrás de ese dato hay una oportunidad mucho mayor que aún no estamos aprovechando del todo: el pescado no solo alimenta, también puede transformar comunidades enteras.

Durante la Semana Santa, el programa estatal A Comer Pescado proyecta colocar más de 170 toneladas de productos hidrobiológicos y 70 mil conservas a nivel nacional. No es solo una campaña: es un reflejo de cómo el consumo de pescado puede impactar tres frentes a la vez: salud pública, economía familiar y sostenibilidad.

Pero el verdadero giro está en otro lado: la pesca artesanal. Gran parte del pescado que se ofrece en estas ferias proviene de pescadores de pequeña escala, un sector históricamente invisibilizado y golpeado por la informalidad. Cada feria itinerante no es solo una venta más: es una cadena de valor que articula a productores, transportistas, comercializadores y consumidores, en un modelo que, bien desarrollado, puede ser más justo, resiliente y sostenible que otros sectores agroalimentarios.

Además, el pescado podría jugar un papel crucial frente a la crisis alimentaria que golpea a millones. Rico en omega 3, bajo en grasas saturadas y con alto valor proteico, es un alimento que podría reemplazar con ventaja a otras fuentes más costosas o menos accesibles.

Sin embargo, el reto no es solo aumentar el consumo. El verdadero desafío es descentralizarlo. Hay regiones donde el consumo aún está por debajo del promedio nacional, pese a estar rodeadas de agua. La falta de acceso, conservación y educación nutricional siguen siendo barreras reales.

En ese entorno, el Programa A Comer Pescado apunta a más que vender: busca enseñar, conectar y transformar. Y plantea una pregunta clave:
¿Y si el futuro de la alimentación peruana no está en importar más, sino en mirar con nuevos ojos lo que ya tenemos en nuestras aguas?

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