Diego de la Torre, presidente del Pacto Global en el Perú

Por Stakeholders

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En una extensa entrevista, Stakeholders entrevistó a Diego de la Torre, presidente del Pacto Global en el Perú, quien realizó un profundo análisis del rol que cumple la sociedad civil en la actualidad.

Por: Marco Minaya
mminaya@stakeholders.com.pe


¿Cuál es el impacto de la sociedad civil en la Agenda 2030?

El impacto es muy importante. La sociedad civil debe acompañar al motor del crecimiento, la inversión privada formal, para que siga contribuyendo al logro de los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas al 2030. Antes, la izquierda carnívora-radical boicoteaba la democracia occidental y el modelo de libre mercado mediante la violencia y agudizando las contradicciones. Hoy, esa izquierda carnívora se disfraza de vegetariana (no violenta), utilizando a ciertos sectores ingenuos y bien intencionados de la sociedad civil para boicotear la democracia y el modelo de libre mercado mediante la promoción de una dantesca maraña regulatoria y agendas legislativas, cuyo objetivo es obstaculizar y detener la inversión formal moderna con argumentos no científicos y cargados ideológicamente.

Hoy no son solo las bombas y los fusiles, es el activismo social ideologizado y no basado en la ciencia que bajo la bandera de la tiranía de la igualdad absoluta y un fundamentalismo ecologista introducen contrabandos neomarxistas que exacerban la conflictividad, el resentimiento y el odio entre peruanos. Es vital saber distinguir a estos “oenegesaurios” con ADN anti-empresarial que son residuos radioactivos y metamorfoseados de esa teoría política fracasada que cayó con el muro de Berlín.

Versiones vegetarianas de Marx como el francés Piketty son un peligro para la libertad con propuestas legislativas como impuestos de 95 % a la herencia, lo que en la práctica es una confiscación de la propiedad. Las ONG sanas y modernas no tienen ese virus antimercado y trabajan sinérgicamente con la comunidad empresarial, el gobierno y la academia para reducir la pobreza, mejorar la educación y fortalecer las instituciones, en suma, para lograr los ODS 2030. Ya lo hicimos antes con los objetivos del milenio (ODM 2015), demostrando que el polinomio sector privado-sociedad civil-gobierno-academia es perfectamente posible cuando se superan estereotipos, se domestican egos institucionales y se desideologiza el debate.

¿De qué forma el sector público, el privado y la sociedad civil pueden o deberían trabajar juntos de forma coordinada para el desarrollo sostenible del país?

En dos palabras: superando estereotipos. Gracias a la caída del muro de Berlín, la dinámica para cambiar la sociedad ya no es el conflicto sino el consenso. La metáfora ginecológica “la violencia es la partera de la historia” es un anacronismo pertinaz, solo posible en mentes e intelectos alimentados por el odio y por el resentimiento. El triunfo, en gran parte de la humanidad, de valores occidentales universales como la libertad económica y política, los derechos humanos y el Estado de derecho no es otra cosa que el triunfo de Eros vs Tánatos, en una sociedad fertilizada por el amor, por la libertad y por una generosidad intergeneracional que diseña organizaciones e instituciones al servicio del hombre y no al contrario.

Por lo tanto, empresa moderna y competitiva es aquella que se inserta armoniosamente en el tejido social y medio ambiental. Asimismo, genera alianzas con organizaciones de la sociedad civil que no están infectadas por el virus ideológico de la izquierda neomarxista camuflada de seudoecologismo, seudoindigenismo, seudo antimachismo, etc.

Afortunadamente, entidades supranacionales como Naciones Unidas han entendido la importancia del sector privado y lanzó en 1999 el Global Compact que es la alianza mundial que une al sistema de NN. UU, al sector privado, a las ONG y a los gobiernos para promover diez principios en materia de derechos humanos, medioambiente, derechos laborales y anticorrupción. La empresa moderna del siglo XXI, ambiental y socialmente responsable, es parte de la solución de los problemas mundiales con su capacidad de innovar, de crear riqueza y de lograr que por su presencia el planeta esté mejor.

En ese sentido, ¿cómo enfrentar el alto nivel de informalidad en nuestro país?

Es inaceptable que más del 70 % de la PEA sea informal. Más del 90  % de las violaciones al medioambiente y a los derechos humanos se dan en la informalidad. En mi opinión, es el elefante en el clóset que nadie en la comunidad política se ha atrevido a enfrentar. La informalidad es, además, el mayor obstáculo para superar la trampa de país de ingreso medio y para nuestro acceso a la OECD.

El mismo término, informalidad, no es otra cosa que un eufemismo elegante para la ilegalidad y la corrupción que implica este cáncer que carcome a nuestra sociedad. Para enfrentarlo se requiere un enérgico liderazgo y una clara decisión política. Si pudimos ganar la batalla por la democracia, por la paz, por la sensatez macroeconómica, por los TLC y por el grado de inversión, creo que con coraje podemos liderar una cruzada nacional contra este tumor informal que debilita y deforma a nuestro país.

Dejemos ese pacto infame de hablar a media voz, como decía González Prada, sobre esta patología social que hiede, mata, contamina y que florece en una cultura tolerante con la corrupción. El Perú del bicentenario debe dar una batalla épica contra este residuo de barbarie y anarquía que es la informalidad que condena a nuestro país a ser la cenicienta del mundo occidental. Nunca seremos primer mundo sin un Estado de derecho para todos los peruanos, sin distinción. Dejémonos de experimentos creando marcos jurídicos especiales para minorías. Quechuas, aymaras, chancas, huancas, machiguengas, sinoperuanos, afroperuanos, europeruanos, etc.

Somos parte de una república unitaria donde el imperio de la ley debe alcanzar a todos. Para eso, la formalización de nuestra economía y de nuestra sociedad debe ser prioritaria en la agenda nacional. En ese sentido, los empresarios, la sociedad civil y los académicos debemos exhortar a los políticos a que tomen decisiones valientes en este importante tema. Desde la comunidad empresarial formal impulsamos la formalización a través de nuestra cadena de proveedores y de nuestra relación con los diversos stakeholders.

Por último, ¿de qué forma los tres actores pueden trabajar juntos en línea con los ODS?

Ya lo están haciendo desde hace más de veinticinco años. Las ONG e instituciones de la sociedad civil que no están contaminadas por el neomarxismo seudoecológico, seudoindigenista, seudo etc., mencionado anteriormente, están trabajando en perfecta armonía con empresas formales modernas y responsables social y ambientalmente.  Promover la responsabilidad social no debe ser solamente tarea de la empresa, sino también del mismo Estado y de las ONG.

Creo que la responsabilidad social debe ser compartida. Las ONG tienen que ser también socialmente responsables. En los últimos años algunas de ellas antepusieron sus dogmas neomarxistas a criterios técnicos y científicos. En ese sentido, fueron socialmente irresponsables, porque detuvieron importantes inversiones formales creadoras de empleo decente que habían cumplido con todos los requisitos legales y ambientales.

Es francamente irritante esta insólita situación que estoy seguro se superará en el corto plazo con liderazgo político y combatiendo el analfabetismo económico de grandes sectores de la sociedad, en particular en los medios. Solo con verdad, con educación, con trabajo y con una visión inspiradora podremos construir un país de primer mundo. La sociedad civil tiene que modernizarse, desideologizarse y, sobre todo, seguir aprendiendo a trabajar con el sector privado formal. Ambos se complementan y potencian sus impactos positivos en la sociedad y el medioambiente.







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