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Un artículo acerca de la conducta del sector público, el sector privado y el consumidor peruano con relación a la sostenibilidad.

Por Rudy Chávez
rchavez@stakeholders.com.pe

En un cuarto de siglo, el Perú, qué duda cabe, pasó de ser un arquetipo de Estado fallido a un auténtico «puma sudamericano». De tener una economía hiperinflacionaria, con la mitad de la población sobreviviendo entre la escasez y la violencia terrorista, el país pasó a ser el líder en crecimiento económico en América Latina, reduciendo en el trayecto la pobreza y el terrorismo.

Sin embargo, en este escenario ha surgido un cuestionario inquietante: ¿Qué tipo de estilo de vida está incentivando el sector público? ¿Qué clase de estilo de vida está vendiendo el sector privado? ¿La oferta influyó en el estilo de vida que tiene actualmente el peruano promedio? ¿Qué clase de estilo de vida tiene este último?

Matilde Schwalb, directora del CLERS de la UP.

No obstante, para resolver este cuestionario, primero habría que definir qué es un estilo de vida sostenible.

Definiendo qué es un estilo de vida sostenible

Según Matilde Schwalb, directora del Centro de Liderazgo, Ética y Responsabilidad Social (CLERS) de la Universidad del Pacífico (UP), un estilo de vida sostenible es el que permite a la persona desarrollar su habilidad y contar con un activo necesario para vivir razonablemente segura, sin poner en riesgo la oportunidad de que una futura generación también lo pueda hacer.

«No es posible lograr un estilo de vida sostenible sin contar con un trabajo que permita una vida digna, excluyendo a un sector de población del acceso a un servicio básico de salud, vivienda y educación o depredando el medioambiente», afirmó.

La exvicerrectora de la UP indicó que para determinar cuándo una persona tiene un estilo de vida sostenible, se debe utilizar el indicador de la huella ecológica.

«Este indicador exhibe cuánta superficie del planeta requiere una persona para generar el recurso que usa y asimilar el residuo que produce su estilo de vida en particular», explicó.

Igualmente, dijo que, según un informe del Global Footprint Network del 2014, el Estado que tiene la mayor huella ecológica a nivel mundial es Qatar con 15,7 ha y el de menor huella ecológica es Zambia con 1,0 ha, y que el Perú se ubica en el medio con 2,3 ha.

«Esto significa que, para sostener su estilo de vida y su nivel de consumo, un qatarí septuplica lo que necesita un peruano y este, a su vez, duplica lo que demanda un zambiano», precisó.

En este contexto, manifestó su preocupación por el déficit ecológico, el cual viene aumentando sostenidamente cada año.

«El Earth Overshoot Day es el día en que la demanda anual de la humanidad sobre cada recurso natural excede la capacidad de regeneración de la Tierra a lo largo del año. El 2017, este día se alcanzó el 2 de agosto, seis días antes que el 2016, noventa y dos días antes que el 2000 y 128 días antes que en 1990. Esto significa que para mantener el nivel de consumo actual de nuestro planeta, se requerirían alrededor de 1,6 planetas similares a la Tierra», advirtió.

Erick Paulet, jefe de Desarrollo Económico del IDE-ESAN.

Por lo anterior, Schwalb cree que será necesario desplegar un esfuerzo orquestado a nivel global para revertir esta situación.

«Hace falta generar consciencia para sensibilizar y educar a la población, desde una edad temprana, sobre la gravedad de este problema», sentenció.

Radiografía del estilo de vida en el Perú

Erick Paulet, jefe de Desarrollo Económico del Instituto de Desarrollo Económico de la ESAN Graduate School of Business (IDE-ESAN), aseguró que en el sector público no existe una cultura de fomento de estilo de vida sostenible.

«Lamentablemente, el sector público no tiene un banco de información sistematizado sobre el estilo de vida del consumidor peruano, lo cual le impide diseñar e implementar una política alineada con este criterio, que en última instancia dificulta nuestra incorporación a la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico)», acotó.

Paulet sostuvo también que el sector privado tampoco tiene una cultura en este aspecto.

«El sector privado todavía vive encerrado en su día a día. No se puede negar que ha realizado una que otra iniciativa al respecto, pero lo ha hecho de forma aislada. Sin una estrategia definida, cualquier implementación táctica que ejecute no tendrá ningún resultado favorable», expresó.

Por otro lado, declaró que, aplicando el VALS (Values and Lifestyles), metodología desarrollada por la consultora SRI International, resulta que el tipo de consumidor peruano que tiende a adoptar un estilo de vida sostenible es el «sofisticado» o «moderno».

«Esto ocurre porque esta clase de consumidor le da un valor especial a la imagen personal, que implica tener un consumo socialmente responsable», opinó.

Asimismo, señaló que hay una contradicción entre la oferta y el estilo de vida en el Perú.

«La oferta del mercado peruano en el exterior es de fruta y verdura de origen orgánico; sin embargo, su demanda interna no está alineada con ella, porque el consumidor promedio que va a comprar a un canal tradicional o moderno, únicamente ve producción procesada, pero rara vez orgánica, sostenible, sustentable, ecológica o de comercio justo», especificó.

Finalmente, Paulet rebatió la muletilla de que la sostenibilidad no es rentable.

«La sostenibilidad toda la vida ha sido rentable, el problema se debe a la falta de entendimiento de su valor a futuro. Como en el Perú cada gobierno y la sociedad misma tienen una visión cortoplacista, es complicado invertir en una empresa sostenible, en un estilo de vida sostenible y en una política de desarrollo sostenible, que repercuten no en el corto plazo, sino en el mediano y largo plazo, mejorando la calidad de vida no solo personal, sino también empresarial», concluyó.

 







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