POR KARINA SÁNCHEZ AZABACHE – Directora Ejecutiva TECHO PERÚ
El voluntariado representa la unión entre la pasión individual y el impacto colectivo que queremos lograr en la sociedad. Es el vínculo que une habilidades, conocimientos, experiencias y empatía para levantar techos, construir esperanza y transformar la realidad en lugares donde la desigualdad y la necesidad han dejado huella.
Hace más de 10 años, tuve mi primera experiencia de voluntariado en TECHO, una organización latinoamericana conformada por jóvenes voluntarios y voluntarias con gran corazón y con sentido de urgencia para transformar una realidad. Hoy tengo la oportunidad de liderar esta organización en Perú, dedicada al desarrollo sostenible en los asentamientos populares y donde el voluntariado es el cimiento sobre el que construimos puentes hacia un mañana más justo y sin pobreza. Para mí el significado del voluntariado trasciende las palabras; es el latido constante que nutre y da vida a nuestra misión.
Y es que cuando corazones y propósitos convergen, la sostenibilidad se convierte en un viaje compartido, generando un impacto mayor en la sociedad como agentes de cambio. Para ello, es crucial trabajar colaborativamente entre organizaciones sin fines de lucro y empresas, sin perder de vista la participación activa de colaboradores, permitiéndonos moldear un mundo más justo y sostenible.
El voluntariado corporativo no solo aporta recursos financieros, sino que va más allá al involucrar a colaboradores comprometidos con una causa común. Son ellos quienes, con su experiencia y dedicación, enriquecen cada uno de los proyectos y llevan consigo el mensaje de compromiso social a sus centros de trabajo.
En nuestra experiencia, hemos presenciado cómo el voluntariado corporativo amplía el alcance y el impacto de nuestras iniciativas. La unión entre la experiencia profesional de los colaboradores y la pasión por el cambio social fortalece nuestras acciones, brindando un valor social añadido a cada proyecto que emprendemos. El compromiso de las empresas va más allá de la contribución financiera. Al involucrar a sus colaboradores en actividades de voluntariado, se fomenta un sentido de pertenencia y responsabilidad social. Los colaboradores se convierten en agentes activos de cambio, contribuyendo con su tiempo y habilidades a la transformación positiva de comunidades beneficiarias.
El voluntariado corporativo no solo beneficia a las comunidades beneficiarias; también enriquece a las empresas y a sus colaboradores. Los participantes encuentran una gratificación personal al ser parte de iniciativas con un propósito significativo, lo que alimenta su motivación y orgullo por formar parte de una empresa comprometida con el bienestar social.
La continuación del impulso hacia la participación del voluntariado corporativo en las empresas es fundamental por su capacidad de fomentar un ecosistema de responsabilidad social compartida. Esta participación activa no solo enriquece la cultura empresarial, sino que además refuerza la conexión entre la compañía y su entorno, demostrando un compromiso genuino con la construcción de un mundo más equitativo y sostenible.
Es así que el voluntariado, ya sea individual o corporativo, es la brújula que nos guía hacia un futuro más equitativo y sostenible. Es la confirmación de que, a pesar de los desafíos que enfrentamos en nuestra sociedad, la unión de manos y corazones solidarios puede generar un cambio significativo y perdurable.
El voluntariado, para mí, es la llama que ilumina el camino hacia un mundo más justo y sin pobreza. Es el motor que impulsa nuestra misión y la semilla que florece en un futuro lleno de esperanza para las comunidades con las que trabajamos.