Por Víctor Zamora - Exministro de Salud

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En las próximas elecciones, aunque los peruanos elegiremos entre decenas de opciones políticas, la salud apenas figura entre las inquietudes ciudadanas. Solo cinco de cada cien personas la consideran una prioridad opacada por la inseguridad, la violencia, el desempleo y la pobreza. Este desinterés se convierte en la coartada perfecta para que la mayoría de las candidaturas pasen de largo frente a la urgencia sanitaria que vivimos. 

Resulta desconcertante. Venimos de una pandemia que desnudó nuestra extrema fragilidad, y mientras los servicios públicos de salud (MINSA, Gobiernos Regionales, EsSalud) siguen sumidos en la precariedad, millones de peruanos enfrentan una atención marcada por el abandono y la desigualdad. A pesar de ello, la salud no escala en la agenda pública. En este contexto, es ingenuo esperar propuestas transformadoras; lo más probable es que escuchemos las mismas promesas de siempre: más hospitales, historia clínica electrónica, acceso garantizado a medicamentos. Se repite la demagogia sanitaria, como si el  problema fuera tecnocrático y no estructural; basta recordar la promesa de Humala de construir un hospital en cada provincia – hoy repetida por López Aliaga – para comprobarlo.

Tendremos candidatos bailando y comiendo en plazas, cargando bebés o abrazando ancianas para la foto. En medio del espectáculo, la pregunta es: ¿quién hablará con seriedad sobre los desafíos del sistema de salud?

«Lo que la ciudadanía necesita es un sistema de salud que funcione: que le alivie el dolor, que reduzca el riesgo de morir por causas evitables».

Quienes sí tienen a la salud en su radar –ese 5 % que sabe que enfermar en el Perú puede costar la vida, la dignidad o los ahorros familiares– esperan respuestas claras frente a cuatro retos impostergables:

  • Cerrar la deuda histórica: en pleno siglo XXI, seguimos luchando contra enfermedades que deberían estar controladas, más aún con los indicadores macroeconómicos de los cuales nos sentimos orgullosos. La tuberculosis –incluida su forma multidrogoresistente–, la anemia infantil, el desabastecimiento de medicamentos para personas viviendo con VIH/SIDA y los elevados índices de embarazo adolescente, son síntomas de una marcada negligencia alimentada por la pobreza, la inseguridad alimentaria y un conservadurismo institucional que niega derechos básicos. 
  • Proteger los logros: la reducción de la desnutrición infantil es un avance notable que hoy muestra signos de retroceso. Es urgente consolidar este logro, recuperar las coberturas de vacunación, expandir los servicios comunitarios de salud mental, recuperar las coberturas vacunales, y seguir reduciendo la mortalidad materna. Esto exige mejorar radicalmente el desempeño de los dos seguros más importantes del sistema de salud como el SIS y EsSalud, para una cobertura efectiva y no solo nominal. 
  • Enfrentar la nueva agenda: las enfermedades no transmisibles –obesidad, diabetes, hipertensión, cáncer– avanzan como una ola silenciosa que ya desborda los servicios. Su impacto no solo es sanitario, sino económico porque generan discapacidad, sufrimiento y muerte prematura, y arrastran a miles de familias a la quiebra. 
  • Construir resiliencia sanitaria: la pandemia de COVID-19, las epidemias de dengue y los brotes regionales como el de la pandemia y fiebre amarilla, han demostrado la urgencia de fortalecer nuestra capacidad para prevenir y responder a emergencias sanitarias, climáticas o sociales. No podemos seguir improvisando ante cada crisis. 

Más allá de ideologías –estatismo o mercado, descentralización o recentralización, tecnocracia o participación, derecho humano o mercancía– lo que la ciudadanía necesita es un sistema de salud que funcione: que le alivie el dolor, que reduzca el riesgo de morir por causas evitables, que trate con respeto y humanidad. Que no castigue con colas interminables ni condene a nadie a la pobreza por enfermar. 

No es mucho pedir. Pero para lograrlo, hay que colocar la salud donde merece estar; en el centro del debate, y no en el fondo del olvido electoral.







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