Fitness, partnership or hands of senior friends with support, hope of faith in strategy, vision or .

Por Stakeholders

Lectura de:

POR SANDRA SALCEDO ARNAIZ – Jefa de proyectos gremiales en la Asociación de Bancos del Perú (Asbanc)

Una semana después de haberse decretado la inamovilidad por la llegada del Covid – 19, más de 20 mil ciudadanos se habían puesto a disposición de manera voluntaria en medio de la crisis sanitaria. El objetivo era claro: desde sus propias emergencias, debían formarse y dar soporte a distancia a adultos mayores y personas con discapacidad severa. El resultado: más de medio millón de llamadas de acompañamiento, soporte emocional y levantamiento de alertas de riesgo a 200 mil personas en estado de vulnerabilidad extrema. Nunca en nuestra historia se había hablado de la posibilidad de convocar a un voluntariado telefónico masivo, tampoco de cómo se implementaría eso en medio de una pandemia global, mucho menos de liderarlo desde el Ejecutivo, y se hizo.

Una pandemia, una debacle política sin precedentes, una migración para la que nadie podía estar preparado, crecientes olas de violencias, un ciclón y algunos fenómenos El Niño después, nos dejan ante el revelador giro lingüístico que nos mueve del “sentirnos optimistas” al “no perder la esperanza” que pone en evidencia dónde andamos. No es una cuestión menor salir a rastras del mito de que “pase lo que pase todo estará bien” para acercarnos a la pregunta urgente de “qué hacemos, entre tanto caos y frustración, para que algo vaya mejor”.

«Nunca en nuestra historia se había hablado de la posibilidad de convocar a un voluntariado telefónico masivo».

Sin decidirlo, nos estamos mudando de a poquitos del pent house del optimismo a la casita caliente de la esperanza, de una perspectiva que se centra en las posibilidades de que las cosas saldrán bien a una que se enfoca en las acciones personales y grupales que podemos llevar a cabo para mejorar una situación en medio de la desesperación.

Como en el caso de los voluntarios al inicio de esta nota, para que este movimiento, que se da en el pensamiento del corazón hacia la esperanza, impacte positivamente en la realidad, debe ir acompañado de una búsqueda honesta y legítima de nuestros puntos de encuentro; esos mínimos sobre los cuales podemos avanzar juntos. Las áreas de desencuentro, esas en las que sentimos diferencias irreconciliables ya las tenemos sobre identificadas. La brecha que hay que cerrar es la de constituir sentidos comunes para lo que se entiende como diferente a uno. Esperemos que, en estas fiestas navideñas, cuando nos encontremos tarareando algún villancico, los versos de “unión y esperanza” cobren un sentido distinto que nos inspire para llevar a la acción eso que queremos que suceda este 2024.







Continúa con tu red social preferida

Al continuar serás un suscriptor gratuito

O continúa tu correo.

Escriba su correo electrónico con el que se suscribió para acceder

Suscríbete

Ya me suscribí.