Por Stakeholders

Lectura de:

Hans Rothgiesser
Miembro del Consejo Consultivo Stakeholders

En el año 2008 la Asociación de Scouts del Perú me nombró jefe de la delegación peruana a un evento panamericano en Cochabamba, Bolivia. Con mucha ilusión los participantes organizamos actividades profondos para costear el viaje, realizamos los trámites necesarios, planeamos la ruta que tomaríamos (parte en avión, parte en bus), etc, etc. Como jefe de la delegación, me reuní una vez por semana por buena parte de ese año preparando todos los detalles con los jóvenes que conforman la delegación. Todo para que, faltando una semana, la asociación me destituyera y colocara a otra persona en mi lugar, de tal manera que yo haya hecho todo el trabajo y otro sea el que saliera en la foto representando en el Perú allá.

Esta clase de movidas mezquinas son bastante comunes en una organización que alguna vez estaba bastante presente en la sociedad peruana (¿se acuerdan que una vez al año los scouts dirigían el tránsito en todo el Perú?) y que ahora está en manos de personas que dejan mucho que desear. La entrega y el compromiso han sido reemplazados por sumisión a una cúpula atornillada a los puestos clave. Y la diferencia se nota. Los dirigentes más jóvenes que no vieron al movimiento scout en su época más gloriosa suelen defender el mediocre manejo que tiene la Asociación hoy, porque no tienen punto de referencia. Pero mi generación sí la vio.

Y uno de los grandes referentes que tuvimos cuando el movimiento scout en el Perú aun tenía decenas de miles de inscritos y llenaba la Feria del Pacífico solo con scouts de distintas edades mostrando sus habilidades era definitivamente Daniel Tagata.

Esa vez que viaje a Cochabamba para ese evento previamente habíamos coordinado congregarnos en un local, propiedad de los scouts de Bolivia. Se trataba de un terreno grande en el que había distintos pabellones y espacios abiertos para realizar actividades, cursos, talleres, etc. Grande fue nuestra sorpresa cuando vimos que uno de los pabellones tenía una placa de metal estampada en honor a Daniel Tagata, quien había ayudado desde su puesto en el Perú a los scouts de Bolivia a hacer realidad esa Casa Scout en Cochabamba.

Fue scout desde que tenía 11 años de edad en 1950. En ese entonces aun estaba viva la discriminación hacia la comunidad japonesa en el Perú por la segunda guerra mundial. Él recuerda que en la calle le gritaban “barbaridades”. De hecho, su padre tenía un bazar y fue detenido tres veces durante la guerra. Las tres veces tuvo que pagar a la policía para que no lo deportaran. Eventualmente el gobierno expropiaría el negocio familiar.

En los scouts Daniel encontraría armonía e igual trato para todos. Fue un ambiente en el que se sintió tan a gusto, que le dedicaría varios años de su vida. Ahí ascendió hasta tener varios de los puestos más relevantes, en un tiempo en el que el movimiento también crecía, a pesar de duras dificultades. Junto con otros grandes nombres de su generación consiguieron que el Estado peruano reconociera a la Asociación de Scouts del Perú, consiguieron los recursos para que los scouts tuvieran esa casona que quizás hayan visto en el medio de Miraflores y otros activos. Los scouts en el Perú tienen mucho que agradecerle.

Mi generación recordará con pena la manera impropia e injusta como fue tratado Daniel por la actual administración de la Asociación de Scouts del Perú, con venia de muchos que se sentían amenazados por el liderazgo que inspiraba en todos nosotros. No importa. Aquellos que lo conocimos lo recordaremos a él con mucho cariño e implementaremos de todas las maneras posibles las enseñanzas y los consejos que nos dejó. Un héroe que nos motivó a entregar cada vez más de nosotros mismos. Puede habérsenos ido hace unas semanas, pero en realidad nunca nos dejó, ni nos dejará.







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