
Durante el año 2024, el sector minero peruano se consolidó como un potente motor de crecimiento económico y desarrollo social del país. De acuerdo con el Ministerio de Energía y Minas, la minería generó empleo directo para cerca de 240 000 personas, además de casi un millón de empleos indirectos en transporte, manufactura, construcción, servicios y mantenimiento.
En regiones como Moquegua, Arequipa y Áncash, la minería se posicionó como la principal fuente de empleo formal, especialmente para jóvenes técnicos. Empresas como Hochschild Mining y Las Bambas priorizaron la contratación local, alcanzando niveles superiores al 58 % de sus trabajadores en zonas de influencia directa, lo que fortaleció las capacidades locales y sus vínculos comunitarios.
En términos económicos, el año pasado las exportaciones mineras superaron los US $47 000 millones, representando más del 63 % del total de exportaciones del país. El cobre encabezó las ventas al exterior, seguido por el oro y el zinc, consolidando al Perú como uno de los tres mayores exportadores mundiales de cobre. Los principales destinos fueron China, Estados Unidos y Japón. Asimismo, la contribución tributaria del sector superó los S/18 000 millones, un aumento del 14.1 % en comparación con el año 2023. El pago por canon, regalías y derecho de vigencia el sector generó más de S/8 000 millones, lo que inyectó sumas importantes de dinero a las economías locales y nacional.
En resumen, la minería reafirmó su papel como pilar de la estabilidad macroeconómica, con una fuerte contribución al PBI y a la recaudación fiscal. Sin embargo, su impacto fue más allá de lo financiero. En el año 2024, las empresas mineras intensificaron sus programas de responsabilidad social empresarial, con inversiones transformadoras en salud, educación, infraestructura y medio ambiente.
«Antamina y Gold Fields mantuvieron programas anuales de salud, educación y desarrollo agrícola».
Algunos ejemplos destacados incluye Las Bambas (MMG), que reforestó cientos de hectáreas en 32 comunidades en la Región Apurímac, con plantas nativas y pino; repobló ríos locales con cientos de miles de truchas; recicló una alta proporción del agua y otros insumos usados en su operación; restauró o remedió cientos de hectáreas de terrenos dentro y fuera de su concesión construyó el Puente Kutuctay, con una inversión de S/44 millones, lo que mejoró y el transporte para más de 50 000 personas.
Además, Cerro Verde lideró el proyecto “Círculo Virtuoso del Agua”, desde hace 17 años, con una inversión de US $150 millones en represas, limpieza del río Chili (tratamiento del agua) y recuperación de tierras agrícolas. Benefició a más de 750 000 personas.
Por su parte, Antamina y Gold Fields mantuvieron programas anuales de salud, educación y desarrollo agrícola, con un enfoque en el bienestar sostenible de sus comunidades aliadas. Adicionalmente, decenas de otras empresas mineras están invirtiendo en conjunto cientos de millones de soles en proyectos de naturaleza social y ambiental contribuyendo a mejorar la calidad de vida de millones de personas en los lugares más alejados del país.
En conclusión, la minería peruana está compartiendo el valor creado e impulsando mejores condiciones de calidad de vida en los lugares a los cuales el estado tiene dificultades para llegar, mediante la creación de empleo formal, el fortalecimiento de las capacidades locales, creando infraestructura productiva y social, contribuyendo al crecimiento de las exportaciones y con numerosas acciones sociales y ambientales de alto impacto, impulsando la economía nacional y local y teniendo un impacto positivo en el desarrollo inclusivo.
Perú reafirma así que una industria extractiva bien gestionada, como ocurre con la minería formal, puede ser una aliada clave del progreso nacional, del bienestar comunitario y del desarrollo territorial integral.