Por Stakeholders

Lectura de:

Ing. (MSc.) Marcos Alegre Chang.
Presidente Grupo GEA


La promesa de un estilo de vida cómodo y “moderno” basado en lo descartable nos está jugando en contra. En muchas regiones cada día es más difícil encontrar productos e insumos de la naturaleza, nuestra alimentación se vuelve más artificial, enfrentamos crecientemente conflictos por el agua y generamos enormes cantidades de residuos y aguas cloacales que contaminan nuestro propio hábitat.

El nuevo paradigma del desarrollo, la “economía circular”, busca frenar la degradación de nuestros ecosistemas e impulsar una nueva forma de vida basada en el uso cíclico y en cascada de las materias primas y productos mediante el  re-uso y re-manufactura, y la recuperación de los productos y empaques. También, postula un cambio de actitud en el consumidor en la medida que nuestras decisiones individuales de compra inciden directamente en los patrones de producción industrial.

¿Qué se está haciendo?

La primera referencia a la economía circular en la normatividad peruana se establece en la Ley de Gestión Integral de Residuos Sólidos[1]. En la citada Ley, se introduce el término de la economía circular e impulsa una mayor eficiencia en el uso de materiales a través de la minimización de los residuos sólidos, el eco-diseño, la optimización de los procesos productivos (ecoeficiencia) y el aprovechamiento del “material de descarte”.

Por primera vez en el país, la normatividad en residuos sólidos reconoce que no todos los “residuos” son materiales sin valor. Ahora, existe la figura del “material de descarte” el cual puede ser transferido bajo cualquier modalidad desde su generador hacia actividades que lo aprovecharán, sin que le sean aplicables las normas sobre residuos sólidos. Esto permitirá el dinamizar una industria moderna del reciclaje.

La Ley considera mecanismos de implementación como la Responsabilidad Extendida del Productor (REP) y los Acuerdos Voluntarios de Producción Más Limpia en Residuos Sólidos (AVPML). En el 2018, se suscribió el primer AVPML entre la Corporación Coca Cola, el Ministerio de Ambiente y PRODUCE, el cual establece metas crecientes de uso de material reciclado en las botellas plásticas de bebidas. Esto va alienado con la Ley de Plástico de un solo Uso[2]  que establece metas para migrar a bolsas reutilizables y envases amigables con el ambiente en el 2021.

El paradigma de la economía circular también se incorpora en la Política Nacional de Competitividad y Productividad que, en su Objetivo 9, plantea la necesidad de promover la sostenibilidad ambiental en las actividades económicas. Para ello, se deberán establecer las condiciones para la transición hacia una economía circular y ecoeficiente[3].  Estas condiciones sin duda tienen que ver con generar mecanismos de dialogo público-privado para avanzar de manera realista y coordinada para estimular que el mercado de la economía circular funcione.

Si bien en la economía circular se le otorga un peso específico propio a la cuestión ambiental, se debe precisar que esta no es contraria al crecimiento económico, ni mucho menos al desarrollo empresarial. Un reciente informe basado en 50 industrias demuestra que es posible reciclar las escorias de las fundiciones en agregados de construcción, producir energía limpia a partir de los lodos industriales y re-usar el agua residual tratada para riego de áreas verdes[4].  Ahora más que nunca cuidar el ambiente es un buen negocio.







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