
Cada segundo viernes de agosto, América Latina conmemora el Día Interamericano de la Calidad del Aire. El objetivo de esta iniciativa, impulsada por la Organización Panamericana de la Salud y la Asociación Interamericana de Ingeniería Sanitaria y Ambiental desde 2002, es visibilizar los efectos de la contaminación del aire en la salud humana y los ecosistemas, así como movilizar respuestas urgentes.
La calidad del aire es un determinante ambiental clave para la salud y la sostenibilidad urbana. Según el informe State of Global Air 2024, la contaminación del aire fue el segundo factor de riesgo de muerte en el mundo durante 2021, con más de 8 millones de fallecimientos atribuibles, entre ellos
700 000 niños menores de 5 años. Las enfermedades cardiovasculares, el cáncer de pulmón y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica están entre las principales causas, de acuerdo con un reporte del Health Effects Institute de 2024. Por otra parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cada año mueren 4.2 millones de personas por exposición al aire contaminado en espacios abiertos y otros 3.2 millones por contaminación del aire en interiores, en hogares que aún cocinan con combustibles sólidos.
«La calidad del aire es un determinante ambiental clave para la salud y la sostenibilidad urbana».
A nivel regional, la contaminación por partículas finas (PM2,5) aún es preocupante. El reporte global de IQAir de 2024 reveló que solo el 17 % de las ciudades evaluadas en el mundo cumplen con las guías anuales de la OMS sobre este contaminante, mientras que la mayoría supera ampliamente esos umbrales.
En Perú, los datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática reportaron que, en junio de 2024, en distritos como San Martín de Porres, las concentraciones de PM2,5 llegaron a 58.9 microgramos por metro cúbico, lo que superó el estándar nacional de calidad ambiental, que es de 50 microgramos por metro cúbico en 24 horas. Previamente, en mayo, el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú (Senamhi) registró en Santa Anita 21 días con calidad del aire “insalubre” y 10 días “insalubres para grupos sensibles”.
En San Juan de Lurigancho, se contabilizaron más de 12 días como “insalubre para grupos sensibles” y 17 días con calidad “moderada”, lo que refleja una alta incidencia de episodios críticos. Este contexto resalta que la calidad del aire en Lima no ha experimentado mejoras sostenibles, puesto que registra variabilidad alta, con episodios agudos en época de invierno y periodos festivos; por ejemplo, en diciembre, cuando drásticamente los niveles contaminantes en zonas como Lima norte y centro se elevaron debido a la quema de pirotécnicos.
Esto confirma que, si bien se ha avanzado en sistemas de monitoreo, todavía existen brechas considerables en el control de emisiones, sobre todo en zonas densamente pobladas. La calidad del aire no ha mejorado de forma sostenida y aún presenta altos niveles de variabilidad, con picos críticos en determinadas épocas del año.
Desde el ámbito universitario, las instituciones de educación superior tienen un rol fundamental en la transformación ambiental y social. Las universidades no solo deben ser espacios de formación científica, sino también de construcción de ciudadanía ambiental. Por ello, es clave el impulso de actividades de sensibilización comunitaria, el desarrollo de investigaciones aplicadas en calidad del aire y la promoción de prácticas sostenibles en la vida diaria del campus. Por ejemplo, proyectos de monitoreo ciudadano con sensores de bajo costo, campañas de difusión ambiental orientadas al transporte sostenible o alianzas con gobiernos locales para promover zonas de baja emisión son acciones relevantes para reducir las emisiones y aumentar la conciencia colectiva.
En resumen, la calidad del aire es un tema de salud pública, equidad social y sostenibilidad ambiental. El Día Interamericano de la Calidad del Aire nos recuerda que respirar aire limpio debe ser un derecho garantizado para todas las personas. Por otra parte, la evidencia científica acumulada en los últimos años exige decisiones urgentes, multisectoriales y basadas en conocimiento. Por tanto, las universidades, como espacios de liderazgo intelectual, tienen mucho que aportar para construir un futuro donde la calidad del aire no sea una preocupación constante, sino una condición natural del bienestar colectivo.