Imagina que estás preparando un ceviche en verano. Después de cortar el pescado fresco, le pones limón, pero, en lugar de desechar las cáscaras, las reutilizas para fabricar productos de limpieza y monetizas el nuevo producto. Así funciona la economía circular: aprovechar cada recurso o subproducto, eliminando o minimizando el desperdicio.
Este enfoque puede ser la receta para mejorar nuestra competitividad en un mundo que valora cada vez más la sostenibilidad. Sin embargo, hacer este cambio es como pedirle a un pequeño cevichero que no solo prepare el plato estrella del Perú, sino que también implemente un sistema que reutilice todo lo que sobra en su proceso. Las organizaciones, especialmente las pequeñas, con sus limitados recursos, encuentran enormes desafíos para implementar este tipo de prácticas. Adoptar la economía circular requiere invertir en nuevas tecnologías, logística eficiente y sobre todo un enfoque distinto al negocio y a la propuesta de valor.
Para muchas pequeñas empresas que ya están al límite de sus capacidades, esta apuesta puede parecer como querer hacer un ceviche sin pescado o sin cebolla. Por otro lado, la informalidad —que es como estar vendiendo el ceviche en la playa- retrasa significativamente el florecimiento del negocio al impedir acceder a créditos, a capacitación técnica y a programas de apoyo, lo que les daría las herramientas para implementar prácticas más sostenibles, no solo en lo financiero sino en toda dimensión. La burocracia para formalizarse es un obstáculo que muchos empresarios aún no han podido superar, limitando su potencial.
«Para muchas pequeñas empresas que ya están al límite de sus capacidades, esta apuesta puede parecer como querer hacer un ceviche sin pescado o sin cebolla».
Sin embargo, cuando una pyme logra cruzar estos obstáculos, los beneficios son como descubrir la perfecta cantidad de ají. Minimizar el desperdicio y reutilizar materiales no solo alivia el impacto ambiental, sino que también reduce costos operativos y abre nuevas oportunidades de negocio. Las empresas que optimizan su producción y reaprovechan recursos, así como aquellas que reciclan envases o materiales, no solo ahorran dinero, sino que se posicionan mejor en un mercado cada vez más sensible al tema.
Paul Polman, el ex CEO de Unilever, habló de un concepto llamado “net positive”, que no solo busca reducir el daño que causan las empresas, sino dejar un impacto positivo en la sociedad. Empresas que adoptan prácticas circulares o inician la ruta del impacto positivo pueden generar más valor no solo económico, sino también social, ambiental y reputacional, convirtiéndose en un ejemplo de transformación en sus comunidades.
La economía circular abre puertas importantes para la sostenibilidad, beneficiando no solo a la pyme en sí, sino también al crecimiento económico del país, fortaleciendo el PBI y generando mayor empleo. Los buenos negocios no consisten solo en ganar más dinero, sino en hacerlo de manera responsable.
Un país que busca crecer sin comprometer sus valiosos recursos, requiere de un enfoque de economía circular donde todos los ingredientes se aprovechan para un futuro más sostenible. Así como durante las épocas de veda de alguna de nuestras especies marinas, decidimos responsablemente suspender su consumo pensando en no afectar su reproducción y supervivencia, la lógica de la economía circular requiere también de un compromiso moral con el futuro y el bien común para el mejor disfrute de todos en el mayor horizonte temporal.