En los últimos años las empresas han empezado a gestionar de forma positiva su vínculo con el medio ambiente, lo cual se ha convertido en un reto global. En ese sentido, juegan un papel esencial para proteger su entorno, ya sea por considerarlo parte de su estrategia interna o muchas veces por la presión de los consumidores o por la misma legislación existente; siendo importante que puedan apostar a buscar ser más sostenible y comprometidas con este fin. De esta manera, una empresa sostenible, es aquella que ante los nuevos retos globales plantea una estrategia que aporta valor económico, medioambiental y social; garantizando con ello su sostenibilidad empresarial y contribuyendo al avance de su entorno inmediato.
Sin embargo, el hecho de que toda organización debería preocuparse por integrar factores medioambientales en sus procesos y considerar las consecuencias de su actividad económica en el entorno que lo rodea, muchas veces resultan difíciles de aplicar en cualquier escenario o actividad empresarial.
En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático del año 2015 (Acuerdo de París) se planteó como compromiso avanzar hacia la neutralidad de carbono con la finalidad de mitigar los efectos del cambio climático. Esta neutralidad de carbono es cuando las emisiones netas de gases de efecto invernadero se equilibran y son iguales o menores a las emisiones que se eliminan, es decir, es cuando reducimos nuestras emisiones. La neutralidad de carbono se logra por tanto al emitir la misma cantidad de dióxido de carbono a la atmósfera de la que se retira, lo que deja un balance cero, también denominado huella cero de carbono.
Frente a esta realidad, las empresas están tomando medidas para luchar contra el cambio climático. Por ejemplo, algunas empresas se están comprometiendo a convertirse en carbono neutral en los próximos 30 años. Pero ¿qué significa ello? Una empresa que se compromete a ser carbono neutral es cuando se esfuerza por eliminar la misma cantidad de carbono que emite a la atmósfera; y esto lo puede hacer de varias maneras: a través de la compra de créditos de carbono, apoyando proyectos de eficiencia energética, incrementando el uso de energía verde, llevando a cabo compras con menor huella de carbono, apostar por una movilidad más sostenible, entre otras acciones, que permitan a la organización a alcanzar sus metas para ser carbono neutral.
Sin embargo, el pasado 20 de marzo el Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC) publicó el texto final del “Reporte de Síntesis para Tomadores de Decisiones” (AR6) donde nos da tres mensajes claves en relación a este tema: 1) el planeta se está calentando y el sistema climático de la Tierra está cambiando, 2) continuará cambiando e impactando en la vida de muchas generaciones si no hacemos nada al respecto, 3) las decisiones que tomemos hoy determinarán el clima del mañana.
Por ello se hace crucial poder tomar conciencia de esta realidad y empezar, por ejemplo, con medir nuestra huella de carbono como organización, la cual viene a ser el total de emisiones de gases de efecto invernadero causadas por un individuo, organización, servicio o producto.
El comportamiento de las empresas es fundamental para lograr la transformación hacia una sociedad baja en carbono; por responsabilidad, por impacto y por capacidad de acción, el sector privado tiene un papel esencial en la lucha contra el cambio climático.