Por Patricia Paulet - Subdirectora de la Facultad de Ingeniería y Tecnología de IDAT

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El desarrollo sostenible es hoy una prioridad para los países que buscan mantenerse competitivos en un escenario global exigente y cambiante. En este contexto, el Perú enfrenta una oportunidad única para fortalecer su matriz energética a partir de recursos renovables y una gestión eficiente que le permita consolidar un crecimiento económico responsable con el medio ambiente.

Esta transformación también exige a las instituciones de educación superior formar técnicos e ingenieros preparados en las últimas tendencias tecnológicas. La industria demanda profesionales capaces de liderar proyectos de automatización, gestión energética y desarrollo de energías renovables, esenciales para el crecimiento económico sostenible y la competitividad del país.

El país cuenta con ventajas naturales privilegiadas: la costa peruana recibe una de las radiaciones solares más intensas del mundo y los vientos de Ica superan en velocidad a los de muchos parques eólicos europeos. La infraestructura hidroeléctrica ha sido históricamente el principal pilar energético, pero aún existen grandes oportunidades en la expansión de energía solar y eólica. Según el Ministerio de Energía y Minas (MINEM), más del 50 % de la capacidad instalada en el Perú proviene de la hidroelectricidad, mientras que la energía solar y eólica combinadas apenas llegan al 4.6 %.

«Esta transformación también exige a las instituciones de educación superior formar técnicos e ingenieros preparados en las últimas tendencias tecnológicas».

La diversificación energética ya está en marcha. Proyectos emblemáticos como el Parque Eólico San Juan de Marcona en Ica, la Central Solar Rubí en Moquegua y la Central Eólica Punta Lomitas, contribuyen significativamente a un sistema eléctrico más equilibrado y sostenible. La capacidad instalada de energías renovables ha pasado de 4000 MW en 2013 a 6744 MW en 2022, según cifras de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), y se proyecta un crecimiento continuo impulsado por la inversión pública y privada.

No obstante, la transición energética enfrenta retos que van más allá de la generación. La infraestructura eléctrica del país necesita modernización y digitalización para garantizar un sistema eficiente y resiliente. Las redes inteligentes ya se implementan en ciudades como Lima, Arequipa y Trujillo, junto con programas de iluminación pública LED, lo que ha permitido reducir hasta un 50 % el consumo energético en alumbrado público. Además, el Plan Referencial de Uso Eficiente de la Energía al 2050 busca disminuir la intensidad energética en un 35 %, una meta ambiciosa que requiere el compromiso de todos los sectores productivos.

La sostenibilidad y la competitividad energética no son objetivos aislados. Perú tiene el potencial para convertirse en un referente regional si logra articular políticas públicas, inversión en infraestructura, innovación tecnológica y fortalecimiento de la educación en el sector. La brecha entre la oferta y la demanda de talento especializado es una de las principales preocupaciones. La educación técnica y las ingenierías vinculadas al ámbito energético deben reforzarse para formar líderes capaces de diseñar, implementar y gestionar proyectos sostenibles.

Más allá de las cifras y proyectos, la transición energética representa una oportunidad para reconfigurar el modelo productivo del Perú hacia uno más responsable, resiliente y capaz de enfrentar los desafíos globales del cambio climático y la seguridad energética. La riqueza natural ya está presente; el desafío es transformarla en desarrollo sostenible y competitividad para las próximas décadas.







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