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POR ANA SUÁREZ – Coordinadora de proyectos de cambio climático y sostenibilidad en Deuman

El sector minero, vital para la economía mundial, provee los materiales necesarios para la construcción, la electrónica, la energía y otros sectores. Sin embargo, este sector se enfrenta a desafíos significativos en términos de sostenibilidad y responsabilidad ambiental. Según McKinsey, la minería es actualmente responsable de entre el 4 % y el 7 % de las emisiones globales de Gases de Efecto Invernadero (GEI).

Para un sector que depende tanto del transporte de carga, ya sea para movilizar materias primas o activos a las áreas de explotación, o para entregar materias primas y procesadas, y con grandes flotas de vehículos que funcionan con combustibles fósiles, es esencial tomar medidas para abordar las emisiones de GEI.

Las organizaciones mineras que miden sus emisiones de GEI, a menudo encuentran que sus emisiones indirectas (Alcance 3) representan la mayor proporción del total, ya que las actividades de transporte aguas arriba (Proveedores) y aguas abajo (Cadena de distribución) se encuentran en este alcance. Se ha calculado que las emisiones indirectas promedio de las cinco principales mineras diversificadas del mundo son 26 veces las emisiones directas y las generadas por consumo de electricidad combinadas.

En ese contexto, surgen dos tendencias para el transporte sostenible en la minería. En primer lugar, el Hidrógeno verde se perfila como una opción prometedora, con avances notables a nivel mundial y esfuerzos de investigación y planificación de proyectos en la región, aunque aún costosa para una adopción masiva. La segunda tendencia es la electromovilidad, una realidad en el presente con no solo beneficios ambientales, sino que también puede mejorar la eficiencia y rentabilidad de las operaciones mineras. A medida que la industria avanza hacia un futuro más sostenible, estas opciones desempeñarán un papel crucial en la transformación de la minería hacia un sector más limpio y eficiente.

La electromovilidad ya está presente en las mineras de la región con ejemplos notables. En Chile, Codelco está implementando 94 puntos de carga eléctrica para 105 buses eléctricos de transporte de colaboradores y probando un LHD eléctrico, logrando reducir costos en uso de energía en un 70 % y la reducción de vibraciones y ruidos. En Perú, la Compañía minera Condestable adquirió el primer camión eléctrico para una mina subterránea en el país y la región. A nivel internacional, la mina Borden en Canadá es un referente al haber electrificado completamente sus operaciones, esperando ahorros de 9 millones de dólares canadienses y reducción del 70 % en emisiones de GEI.

Estos avances reflejan un compromiso creciente con la electromovilidad y la reducción de emisiones en la industria minera a nivel global y regional. Además, sientan un precedente que demuestra que la electrificación de la minería es una realidad actual y alcanzable en el país.

A pesar de las numerosas ventajas de la electromovilidad en la minería, existen desafíos y obstáculos que deben abordarse para su adopción generalizada. La instalación de infraestructura de carga es costosa, especialmente en áreas remotas donde se desarrollan las operaciones mineras. Además, la autonomía limitada de los vehículos eléctricos es un desafío en las extensas distancias de viaje comunes en la minería.

A pesar de estos desafíos, la electrificación del sector minero es un paso importante hacia la sostenibilidad y la reducción del impacto ambiental. Con la continua mejora de la tecnología de vehículos eléctricos y la disminución de costos, es probable que veamos una mayor adopción de la electromovilidad en la industria minera. No es necesario que todas las compañías realicen una transición completa a la electrificación, pues incluso cambios parciales en sus flotas de vehículos pueden tener un impacto positivo en el ambiente y en su balance económico.







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