
En el Día Mundial del Medio Ambiente, surge una reflexión crucial: ¿estamos realmente replanteando la forma en que producimos? En industrias como la minería, cuya relación con la naturaleza es directa y constante, esta pregunta cobra especial relevancia.
Por esta razón, es necesario integrar prácticas que vayan más allá del cumplimiento normativo, apostando por acciones que protejan y restauren activamente el entorno natural en cada etapa del proceso minero. En un contexto global donde los ecosistemas enfrentan una presión sin precedentes, reforzar este compromiso se vuelve más urgente que nunca. La sostenibilidad ya no puede ser una meta a largo plazo, sino una prioridad inmediata y medible en cada decisión operativa.
Si bien la minería representa un pilar fundamental de la economía peruana, no se puede ignorar su considerable huella ambiental. Esta se manifiesta en la emisión de gases de efecto invernadero, el alto consumo de agua y energía, la generación de residuos y la constante interacción en el entorno local. Por ello, es imprescindible adoptar una visión más amplia del desarrollo, que considere no solo el crecimiento económico, sino también la salud de los ecosistemas y el bienestar de las comunidades que coexisten con la actividad extractiva.
«Si bien la minería representa un pilar fundamental de la economía peruana, no se puede ignorar su considerable huella ambiental».
Frente a este panorama, diversas compañías del sector ya han comenzado a implementar tecnologías más limpias, sistemas de recirculación de agua, integración de energías renovables —aunque actualmente solo el 5 % de la demanda energética proviene de estas fuentes—, programas responsables de cierre de minas, proyectos de restauración ambiental, uso de vehículos eléctricos, entre otras soluciones innovadoras. Todo ello tiene como objetivo consolidar la sostenibilidad como un eje transversal de la estrategia minera en el Perú. Sin embargo, los esfuerzos deben escalarse y sostenerse en el tiempo para generar un impacto real y duradero.
Desde la perspectiva de la cadena de abastecimiento, la creciente preocupación por los impactos ambientales, sociales y económicos ha impulsado una transformación profunda en la forma en que las empresas adquieren bienes y servicios. En este contexto, cobra relevancia el concepto de compras sostenibles, promovido por la norma internacional ISO 20400, que propone superar el enfoque tradicional del aprovisionamiento. Así, se busca tomar decisiones que no solo valoren el costo o la calidad, sino también criterios ambientales, sociales y de gobernanza, incorporándolos de manera sistemática en cada etapa del proceso.
Actualmente, el sector minero integra más de 7800 empresas proveedoras de bienes y servicios. Por ello, resulta fundamental que su desempeño en sostenibilidad sea evaluado objetivamente, mediante indicadores específicos que permitan medir su impacto. Esta evaluación no solo asegura el cumplimiento de los estándares exigidos, sino que deberá constituir una ventaja competitiva clave para sobresalir en un mercado y entorno social cada vez más exigente. Además, la trazabilidad de la cadena es fundamental para generar confianza en los actores externos, incluidos inversionistas, comunidades y reguladores. Una cadena transparente permite identificar riesgos, corregir desviaciones y fortalecer el desempeño general del sector.
En este sentido, es momento de que las compañías rediseñen sus procesos de abastecimiento. Solo así será posible consolidar una cadena de suministro minera alineada con los más altos estándares, reducir riesgos operativos y reputacionales, y avanzar hacia una minería verdaderamente responsable y sostenible en el Perú.