Por Luis Miguel De La Cruz - Coordinador de prensa de la Asociación Automotriz del Perú

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En el Perú, ejercer el periodismo es una tarea que, más allá del oficio, encierra una gran responsabilidad social. Contar la verdad, dar voz a los que no la tienen, denunciar lo injusto y proponer lo posible debería ser el norte de cualquier comunicador. Sin embargo, en un contexto donde la polarización, la desinformación y los intereses particulares muchas veces distorsionan la agenda informativa; por ello, urge replantearnos el rol que jugamos desde la prensa. ¿Estamos siendo parte de la solución o del problema?

Hoy, más que nunca, necesitamos una prensa que no solo informe, sino que transforme. El periodismo debe contribuir al desarrollo, promover ciudadanía, educar en valores democráticos y asumir con convicción su rol fiscalizador. Esto implica alejarse del sensacionalismo, evitar la estigmatización y apostar por una mirada que priorice el impacto social de nuestras coberturas.

Según el último informe del Instituto Prensa y Sociedad (IPYS), en el Perú hay más de 1500 medios de comunicación registrados, pero solo una fracción de ellos mantiene estándares editoriales sólidos, códigos de ética visibles o prácticas de verificación rigurosa. A eso se suma que, en zonas alejadas, muchos periodistas enfrentan presiones económicas, amenazas o falta de capacitación, lo que afecta directamente la calidad informativa.

Pero también hay ejemplos que inspiran. Radio Ucamara, en Nauta, Loreto, desarrolló  una extraordinaria labor transmitiendo mensajes en lengua kukama durante la pandemia, llevando información de salud a comunidades indígenas con pertinencia cultural. Este tipo de periodismo, arraigado en el territorio y en la identidad, tiene un impacto real en la vida de las personas.

«¿Por qué no pensar en indicadores de impacto social para nuestras coberturas? ¿Por qué no rendir cuentas a nuestras audiencias como lo hacen otras instituciones?»

Ejemplos destacables son ciertas iniciativas de periodismo de investigación y de datos que, desde enfoques rigurosos y metodologías de verificación, han puesto sobre la mesa temas cruciales para el país. Informes sobre el acceso desigual a las vacunas, la contaminación ambiental en zonas industriales o la corrupción en los sistemas de contratación pública demuestran que es posible hacer un periodismo comprometido con la transparencia, el servicio ciudadano y el interés público, lejos de narrativas polarizadas.  

En contraste, países vecinos como Colombia han avanzado en institucionalizar el enfoque de responsabilidad social en los medios. La Fundación Gabo, por ejemplo, no solo forma periodistas, sino que impulsa un periodismo ético, de servicio público, y con impacto regional. 

Lo que falta en el Perú no es talento, sino una mayor articulación entre los medios, las universidades, el sector privado y la sociedad civil para impulsar una prensa más responsable. La comunicación puede ser un vehículo para generar cambios sostenibles si se conecta con las verdaderas necesidades del país: educación, salud, seguridad, justicia, sostenibilidad.

En mi experiencia profesional, he visto cómo los enfoques de sostenibilidad y responsabilidad social han calado en empresas, pero rara vez se aplican con igual fuerza en los medios de comunicación. ¿Por qué no pensar en indicadores de impacto social para nuestras coberturas? ¿Por qué no rendir cuentas a nuestras audiencias como lo hacen otras instituciones?

Como comunicadores, tenemos el privilegio de influir. Y con ese privilegio, viene el deber de hacerlo bien. Una prensa libre es vital, sí; pero una prensa libre y responsable es transformadora.







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