Por Stakeholders
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POR PEDRO HEREDIA – Gerente general de Greenfields Minerals en Perú
En el sector minero de pequeña escala, el caos inherente a una actividad sin regulación se agrava debido a la poca competencia que han demostrado quienes dirigen el proceso de “formalización” minera. En 17 años, este proceso apenas ha “formalizado” a menos del 5 % de los mineros “formalizables”, lo que es evidencia de una ínfima eficacia. Este problema persiste en parte porque las personas que definen, dirigen y controlan dicho proceso carecen de la experiencia propia respecto del sector minero en pequeña escala y no comprenden sus complejidades.
Recientemente, se organizó un evento para abordar estos problemas en la minería de pequeña escala y aportar hacia su mejora, pero la dirección de formalización minera, a pesar de haber inicialmente pedido de mutuo acuerdo propio coorganizarlo, se retiró a dos meses de la fecha sin presentar causa alguna. Esto demuestra la falta de compromiso y la resistencia al cambio en esta área crucial. Algo inentendible, por cierto, dado que esa misma dirección era la más beneficiada con dicho espacio de encuentro minero enfocado al sector de pequeña escala.
Cuando se descuida un sector tan importante como el de la minería en pequeña escala y no se le otorga la ponderación que merece, se corre el riesgo de dejarlo en manos de personas que carecen de la capacidad de gestión necesaria o incluso con la calidad ética mínima requerida, con el consecuente abandono a quienes componen dicho sector productivo. Bastaría ver cómo son perjudicados muchos operadores en sus procesos de beneficio, o al momento de vender su mineral, o las implicancias de haber dejado en un particular limbo la compra de explosivos en el mercado negro, estando siempre en total desamparo respecto de lo que el Estado debería asegurarles. Entonces, cabe la pregunta: ¿quién querría formalizarse si no se tiene siquiera el apoyo básico por parte del Estado?
Es fundamental, visto los resultados y el derrotero incierto trazado, que se realice un cambio de los responsables de este fallido proceso. Es imperativo que se coloque a personas competentes, con conocimiento, experiencia y visión, desde la perspectiva minera, en posiciones de diseño y toma de decisiones. De lo contrario, muchos estamos seguros de ello, podrían pasar otros 15 años y no habríamos de poder ver que se haya resuelto los problemas relacionados, en principio, con la formalización en la minería. Es necesario entender que ese es el hito inicial para los siguientes eslabones productivos de ese subsector minero (de pequeña escala), en los que también requieren de impulso y dirección idóneas.
La formalización en la minería va más allá de la burocracia o de la firma de declaraciones juradas que no guardan información certera o siquiera corroborable (como ciertas preguntas del IGAFOM); ya que ser formal, en minería al menos, tiene un impacto directo en la forma en que se desarrolla este arriesgado trabajo. Resumirlo a un tema legal o de trámite administrativo es degradar lo que debe de ser realmente el trabajo formal en minería; lo cual, incluso, puede ser la diferencia entre un trabajo que propenda a ser seguro y uno que signifique un perenne alto riesgo. Y, como es evidente, todo esto indefectiblemente repercute directamente en las familias que dependen de dicha actividad, como lamentablemente puede verse con lo sucedido en Yanaquihua el pasado 8 de mayo, en una mina perteneciente a una empresa que se encontraba debidamente formalizada, dentro de los cánones de formalización actual. Imaginemos ahora cómo serán las condiciones de los que aún no culminan este -mal llamado- proceso de formalización minera.
Los profesionales en campos relacionados con las ciencias de la tierra tenemos la responsabilidad de involucrarnos y proponer soluciones ahora mismo. A pesar de los obstáculos, es importante seguir trabajando denodadamente para mejorar esta actividad tan importante para el país.
