
La educación ambiental es un pilar esencial en la lucha contra los principales desafíos ambientales que enfrentamos hoy en día. A través de ella podemos sensibilizar y empoderar a la sociedad con las herramientas necesarias para comprender la magnitud de estas problemáticas y tomar acciones concretas. La falta de educación ambiental, por lo tanto, es una de las principales causas de la degradación ambiental en el mundo. Estos dos factores están estrechamente relacionados.
En Perú no somos ajenos a esta problemática. Los niveles de conciencia ambiental en la población son alarmantes. Según el World Value Survey 2021, menos del 8 % de la población ha participado en alguna organización ambiental, un porcentaje que ha disminuido en los últimos años. Este déficit también es percibido por la ciudadanía. De acuerdo con el reporte urbano de percepción ciudadana del 2023, en Lima y Callao el 26,6% de los encuestados identificó la falta de educación ambiental como una de las principales problemáticas.
«Según el World Value Survey 2021, menos del 8 % de la población ha participado en alguna organización ambiental, un porcentaje que ha disminuido en los últimos años».
Pero ¿cómo podemos cambiar este panorama? Como ciudadanos, podemos adoptar pequeñas acciones que impacten positivamente en el medioambiente y la sociedad, como separar los residuos sólidos para reciclaje, ser consumidores responsables, usar transporte sostenible como bicicletas y reducir el consumo de agua y electricidad. Estas iniciativas individuales son valiosas, pero no suficientes. Es necesario implementar programas de educación ambiental de alcance amplio, que combinen aspectos teóricos y prácticos, y que se integren en todos los niveles educativos, desde la educación inicial hasta los estudios de posgrado, que involucran activamente a la comunidad.
Un ejemplo exitoso es el proyecto liderado por la escuela Vakifbank Atatürk en Anamur, Turquía. A través del programa ISEE – Educación Ambiental Innovadora y Sostenible, se busca aumentar la conciencia ambiental en estudiantes, profesores y padres al abordar temas como la huella de carbono, el reciclaje, el ahorro de recursos y los objetivos de desarrollo sostenible de la ONU. Este proyecto ha permitido que las familias comprendan su impacto ambiental mediante el cálculo de su huella de carbono y realicen pequeños cambios en su estilo de vida. Entre los resultados, destacan la reducción significativa de la huella de carbono, el menor consumo de energía y agua, la plantación de un bosque con 6000 árboles y la reutilización de materiales reciclados en actividades ecológicas. Este modelo de éxito se ha compartido con escuelas de Rumania, Hungría, Italia, Estonia, Serbia, España y Polonia.
En este contexto, la celebración del Día Mundial de la Educación Ambiental cada 26 de enero nos invita a reflexionar sobre la necesidad de cambiar paradigmas en la implementación de programas educativos. Si las estrategias que hemos ejecutado durante años no han funcionado, es hora de mirar hacia iniciativas en países con contextos similares al nuestro y adaptarlas. La crisis climática avanza rápidamente y no hay tiempo que perder. Como educadores, nuestro compromiso es ir más allá de lo tradicional y proponer modelos educativos innovadores.
Desde la Academia, podemos apoyar esta labor a través de voluntariados y proyectos que fomenten la conciencia ambiental, como la arborización de áreas eriazas, la limpieza de playas y campañas de recolección de residuos electrónicos. Estas acciones no solo benefician al medioambiente, sino que también promueven una cultura de sostenibilidad en la sociedad.