Por Stakeholders

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POR JORGE MELO VEGA CASTRO – Presidente de Responde

Sin precedentes y priorizado como riesgo número uno, es la desinformación o malinformación, la que han definido los 1500 expertos convocados por el World Economic Forum -WEF como el principal riesgo global para los próximos dos años. En este caso se trata sobre la capacidad de análisis de la propia población para poder identificar la información que consumen y así poder tomar decisiones cotidianas y también las trascendentes. La desinformación o mala información, el fake news, ha terminado generando un terrible impacto en la sociedad, agravado por las tecnologías: deepfake o ultrafalso que es la modificación de los contenidos en el mundo digital.

Los beneficios de las vacunas, la presencia del cambio climático y su impacto en la pesca, agricultura y desastres naturales, la situación migratoria, los conflictos armados, entre otras problemáticas vigentes, son desnaturalizadas por posiciones negacionistas o con claro sesgo ideológico que fomentan el odio. Todos esos contenidos tergiversados son expuestos como verdades absolutas, pasando a ser difundidos en medios y viralizado en redes sociales para enseñar situaciones que no se condicen con la realidad. Esta vulnerabilidad social ante la desinformación pone al mundo en una situación de absoluta fragilidad, ya que es incompatible la institucionalidad democrática con ciudadanos que no pueden acceder a la información veraz.

Este 2024 es particularmente sensible debido a que más de 4000 millones de personas en más de 70 países, que equivalen a más del 50 % de los electores globales, irán a las urnas para elegir a sus autoridades. Entre ellos, ciudadanos de EE. UU., Rusia, Taiwán, México, Indonesia, Paquistán, Venezuela y la propia Unión Europea, decidirán los destinos de sus respectivos países, en procesos en los que, sobre todo, las personas de menor formación educativa tomarán posición frente a propuestas que no los beneficiarán y, más bien, serán convertidos en enemigos de esa democracia fake.

«En el Perú no tenemos elecciones hasta el 2026, pero el fenómeno de la mala información se nos presenta de múltiples formas».

Lo vemos actualmente en los EE. UU. con sus elecciones primarias y la actitud de millones de ciudadanos convencidos de que el asalto al Capitolio, arengados por Trump, fueron actos legítimos y que él debiera estar en la Casa Blanca. Igual ocurre en Rusia donde no hay libertad de comunicación (no solo de prensa) y la mayoría de los ciudadanos están convencidos de la “operación militar especial” como denomina Putin a esta abominable guerra en la que han muerto decenas de miles de rusos. Así, entonces, el héroe Putin ganará las elecciones holgadamente, ya que como en Venezuela sus críticos van presos.

En el Perú no tenemos elecciones hasta el 2026, pero el fenómeno de la mala información se nos presenta de múltiples formas. Un ejemplo es el caso del reciente conflictos en Cusco sobre la emisión de los boletos para ingresar a Machu Picchu. No es un caso menor ya que es la principal fuente de ingresos por turismo para el Perú, Cusco y los pobladores del pueblo de Machu Picchu. Intereses en contra de la transparencia y de una mejor gestión del monumento boicotean el sistema de venta de entradas por Internet, el modelo más y mejor empleado en el mundo, para insistir en un sistema obsoleto y mafioso que es la venta presencial. Si bien la licitación para el proveedor del servicio fue poco transparente, eso no justificaba movilizar a la población, realizar paro, bloquear las vías, secuestrar turistas y reivindicar causas en perjuicio de toda la sociedad y el futuro del turismo. Se cuestionó una medida política para beneficiar causas corruptas y al final siempre será complicado revertir el convencimiento de una decisión personal que proviene de una mala información.







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