La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático del 2024 (COP29) se llevó a cabo en Bakú, Azerbaiyán, del 11 al 22 de noviembre. Participaron 65 000 personas, entre tomadores de decisión, organismos internacionales, entidades del sector privado y organizaciones de la sociedad civil.
Los objetivos de la COP29 venían determinados, en buena parte, por su predecesora. La COP28 dejó varios asuntos pendientes en lo referente a la economía que esperaban ser rescatados. Se pronosticaba que los asuntos centrales girarían en torno al financiamiento climático, razón por la que fue bautizada como “la COP de las finanzas”. Además de esto, otras prioridades previstas eran la intensificación de los compromisos climáticos para reducir emisiones a nivel nacional, terminar de definir los compromisos del mecanismo de pérdidas y daños, regular los mercados de carbono y avanzar en planes de transición justa.
Uno de los principales logros de la cumbre fue el acuerdo sobre un nuevo mercado global de créditos de carbono. Este acuerdo establece normas claras para la generación y acceso de créditos de carbono, lo que supondría que los países podrán comprar y vender créditos de carbono en función de sus esfuerzos climáticos. Este mercado global permitiría a las empresas responsables participar y beneficiarse al crear una fuente de ingresos adicional mediante la transacción de créditos, incluso si algunos gobiernos no se comprometen plenamente con las metas climáticas.
Transparencia climática
Los avances en transparencia climática también destacaron como éxitos clave. Se estableció una base más sólida para reforzar los compromisos de medición y rendición de cuentas con el fin de compartir información de manera abierta para generar confianza entre las partes. Hasta la fecha, 13 países han presentado sus Informes Bienales de Transparencia (BTR), y se espera que todos los países lo hagan antes de fin de año. Los puntos de negociación sobre transparencia concluyeron con éxito, sin embargo, no se lograron acuerdos o compromisos vinculantes.
“Persiste la sensación de insuficiencia en cuanto a los resultados de la COP29”.
Otro tema relevante fue la adaptación y mitigación. En cuanto a la adaptación, uno de los acuerdos destacados fue la creación de un programa de apoyo para implementar los Planes Nacionales de Adaptación (NAP) en los países menos desarrollados con el fin de estar preparados para enfrentar los retos climáticos. También se avanzó para incluir a los Pueblos Indígenas y las comunidades locales con el Plan de Trabajo de Bakú. No obstante, los acuerdos en mitigación no tuvieron tanto éxito. Se presentó un plan de trabajo para aumentar la ambición climática, pero no se mencionan los 1.5 grados centígrados para limitar el calentamiento global, ni la eliminación gradual de combustibles fósiles.
Sin embargo, el tema más crucial y esperado de la COP29 fue el financiamiento climático. El objetivo consistía en lograr que cerca de 200 países se pusieran de acuerdo para reemplazar el compromiso previo de 100 000 millones de dólares por año. Este paquete, conocido como Nuevo Objetivo Cuantitativo Colectivo (NCQG), tiene como objetivo proporcionar apoyo económico a los países en desarrollo para que puedan reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, abandonar el uso de combustibles fósiles y adaptarse al calentamiento global.
Un financiamiento muy por debajo
Aunque se logró triplicar la financiación a los países en desarrollo, pasando del objetivo anterior de 100 000 millones de dólares anuales a 300 000 millones de dólares anuales (1.3 billones de dólares hasta 2035), esta cifra quedó muy por debajo de las necesidades proyectadas por los países en desarrollo. Se esperaba que se alcanzara al menos 1 billón de dólares para 2025 y hasta 2,4 billones anuales para 2030. A pesar de ser considerado el pilar central de la cumbre, persistieron desacuerdos sobre cómo adaptarlo a las necesidades de los países desarrollados, quiénes debían aportar y en qué condiciones.
Si bien este compromiso es visto como un avance positivo, una gran cantidad de países expresaron su insatisfacción con las resoluciones adoptadas en la última COP. Entre las voces críticas destacó António Guterres, secretario general de la ONU, quien subrayó que los resultados quedaron lejos de la ambición necesaria para enfrentar la crisis climática. Las divisiones significativas entre las partes no solo evidencian la creciente brecha entre el Norte Global, que entorpece las negociaciones financieras, y las del Sur Global, que busca mayor justicia climática, sino que también refleja un descontento con el multilateralismo y el sistema de Naciones Unidas.
A esto se le sumó el rechazo de incluir a países y grandes economías emergentes, pero altamente contaminantes, como China, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, entre los principales contribuyentes al fondo climático. Hay que recordar que Arabia Saudita, país productor de petróleo, intentó descarrilar los avances en el abandono de los combustibles fósiles en la COP28 de Dubái. China, por su parte, aunque es la segunda economía más grande del mundo, aún se le considera un país en desarrollo, por lo que es receptor de cooperación internacional. Esto ha generado cierta ambigüedad en cuanto al financiamiento climático y la cooperación de desarrollo.
A pesar de que hubo avances en materia financiera, de adaptación, transparencia e inclusión, persiste la sensación de insuficiencia en cuanto a los resultados de la COP29. Las tensiones entre las principales economías reflejan cómo los intereses nacionales dificultan una cooperación global efectiva. La comunidad internacional va contra reloj para actuar con la ambición y urgencia que la crisis climática exige. En este sentido, la COP30 en Belém, Brasil, será, sin duda, una oportunidad clave para dar un golpe de timón que cambie el rumbo y nos lleve a todos a buen puerto, el de ganar la lucha contra el cambio climático.