En el Perú, la Economía Circular (EC) ha dejado de ser una mera aspiración para convertirse en una realidad. En febrero de 2025, el Gobierno, a través del MINAM, aprobó la Hoja de Ruta Nacional de Economía Circular al 2030, instrumento estratégico que busca dirigir la transición hacia un modelo de producción y consumo más sostenible. Este marco sienta las bases de coordinación entre ministerios, gobiernos regionales y actores privados, procurando que la circularidad no quede solo como discurso.
Pero, para que este tipo de hoja de ruta tenga impacto real sobre la industria, se requiere aterrizar metas sectoriales con rutas de acción concretas. En ese sentido, el Ministerio de la Producción (PRODUCE) presentó la Hoja de Ruta de Economía Circular para la Industria Manufacturera y Comercio Interno 2025-2030 (HREC-IMCI), alineándola a la guía nacional, con la participación de la Unión Europea y la cooperación alemana (GIZ). Este instrumento promueve acciones en gobernanza, innovación, nuevos mercados circulares y estándares de calidad, con especial énfasis en micro, pequeñas y medianas empresas.
«El Perú tiene ahora un marco nacional y sectorial sólido, con apoyo internacional tangible y casos pilotos que alimentan la esperanza».
En este sentido, el respaldo internacional juega un papel decisivo: la Unión Europea ha destinado unos € 17 millones para promover la EC en el Perú durante los últimos años. Este apoyo no es solo financiero sino técnico, pues ha colaborado con los gobiernos y con proyectos de cooperación internacional – tanto teóricos como prácticos- para que las empresas adopten modelos circulares. Uno de estos programas es “Negocios Sostenibles”, que articula actores públicos y privados para fortalecer modelos de negocio circulares, y la “Asociación Para el Desarrollo Industrial Sostenible Alemania – Alianza Del Pacífico (PAGSID)”, capitaneado por la Confederación de Industria Alemana (BDI), que acerca benchmarks, casos de éxito y buenas prácticas a los empresarios nacionales.
No obstante, no basta con planes y financiamiento. El éxito reside en casos concretos que inspiren a otras empresas. En el Perú hay ejemplos interesantes. En el sector bebidas, por ejemplo, Industrias San Miguel (ISM) ha sido señalado como un caso de Economía Circular, aplicando procesos más limpios, optimización de recursos y reutilización de subproductos. Asimismo, otro ejemplo notable es Sinba, una empresa que transforma residuos industriales y de servicios con ayuda de inteligencia artificial para convertirlos en nuevos insumos productivos. También, el esquema de reconocimiento “Sello Economía Circular – Empresa” promovido por la UE y entidades locales ha identificado a 26 empresas peruanas que han comenzado a medir huellas hídricas y de carbono e implementar mejoras en eficiencia de recursos.
Aunque alentador, el camino es arduo. La brecha tecnológica y de capital en muchas industrias pequeñas limita su capacidad de adaptarse a esquemas circulares. La infraestructura de gestión de residuos y reciclaje aún está lejos de cubrir regiones extensas del país. Además, se requiere una agenda regulatoria clara: incentivos fiscales, estándares obligatorios de contenido reciclado y reglas de responsabilidad extendida del productor.
En suma, el Perú tiene ahora un marco nacional y sectorial sólido, con apoyo internacional tangible y casos pilotos que alimentan la esperanza. No obstante, el éxito de la economía circular en la industria peruana dependerá de la capacidad de escalar estos ejemplos, cerrar las brechas estructurales e institucionales, y de la voluntad política -y empresarial -para transformar cadenas productivas completas.









