Por Stakeholders

Lectura de:

Jorge Melo Vega Castro
– Presidente de Responde

Definitivamente las comunidades que se encuentran próximas a las operaciones no son las que se oponen al desarrollo de la minería. No se requiere mayores evidencias y lo constatamos regularmente en los espacios de diálogo que tenemos con ellas. Los comuneros son conscientes que su calidad de vida viene mejorando y empiezan a percibir la presencia del Estado prestador de servicios, en zonas, donde ellos testimonian, que la administración pública nunca iba a llegar.

Los programas de salud, educación y de desarrollo económico productivo son temas que las comunidades reconocen como parte de su experiencia cotidiana y las empresas -estamos hablando de las que están comprometidas con la minería moderna y sostenible- se relacionan identificando rigurosamente quiénes son sus vecinos y sus necesidades. Hasta allí tenemos la fiesta en paz. Entonces, ¿de dónde surge todo el ruido de la conflictividad minera?

Dónde empieza el ruido

Nos encontramos en el escenario con actores que observan que algunos vecinos les están empezando a ir mejor y a ellos no les toca. En el camino ven mucho movimiento económico y que hay más oportunidades. Esos grupos que la ven pasar, viven en los centros urbanos próximos a las operaciones, experimentan inflación en los precios y los vecinos conviven con nuevos rostros que no intentan ser necesariamente amigos: han llegado los proveedores.

Como sabemos, una empresa minera está soportada en la gestión de proveedores. La mina tiene la concesión, el know how, instalaciones para operar, muy pocos trabajadores directos y una gran cantidad de proveedores, que multiplican por 3 o 4 al número al número de personas de la empresa principal. Se desarrolla, entonces, un inusual movimiento económico y social en la ciudad cercana a la mina, que genera gran impacto y que no está adecuadamente mapeado, cuenta con un “ejército” de personas con relación indirecta y que no viven la cultura y estándares de su empresa contratante. También debemos reconocer que existen empresas proveedoras de primer nivel que cuentan con unos modelos de actuación para quitarse el sombrero y que merecen distinguirse, diría casi envidiarse.

El segundo anillo

A este espacio le llamamos el segundo anillo. La urbe que cuenta con actores institucionales que no existen en el primer anillo de la mina. Medios de comunicación, políticos de movimientos locales que surgen en oposición a la autoridad electa, algunas ONGs poco representativas de esa sociedad civil, pero probablemente con intereses de otra sociedad civil; y claro está, personas que quieren ser o han sido proveedores locales de la mina y que intentan obtener esa relación. Con poco criterio comercial, o quizás con mejores códigos comerciales de los que conocemos, emplean el chantaje como mecanismo de presión para mantener un vínculo económico. A todos los grupos mencionados lo peor que les puede ocurrir es que se paralice la operación minera, ya no tendrían razón de ser. Veamos sino la foto de Cajamarca.

Es importante reconocer que detrás de estos cuestionamientos existe un serio problema de gestión y allí algunas empresas mineras sí hacen la diferencia. Para otras, la negación es el principal obstáculo, porque es una apuesta por la actividad “bomberil”. Estas otras empresas asumen que no es necesario tomar precauciones, que se traduce en administrar profesionalmente ese segundo anillo con indicadores de gestión.

Bienvenido Mister Marshall

Finalmente, otro grupo cuestionador, que no forma parte del segundo anillo, pero que también influye para el éxito de la minería en el país, es de las comunidades que ven pasar vehículos o ductos por sus carreteras y que aspiran a contar con un “peaje” para ser tomados en cuenta en la actividad principal. Lo vemos con el corredor minero del sur, lo hemos visto con el minero ducto en Ancash; ellos no reclamaron antes, sino cuando las empresas entran en operaciones. Por ello, si para algunos la ficción en las relaciones comunitarias es su apuesta, lo recomendable es que vean el clásico del cine español, Bienvenido Mister Marshall para entender las expectativas de los que vieron pasar el Plan Marshall para la reconstrucción de Europa y no obtuvieron nada.







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