JORGE MELO VEGA CASTRO
Presidente de Responde
Son las siglas que vienen adquiriendo cada vez más relevancia cuando se trata sobre los temas de sostenibilidad en las empresas. ¿Es más de lo mismo, un nuevo sinónimo? Parece, pero no es exactamente lo mismo, porque la mención a estas siglas reivindica un nuevo protagonismo por parte de los inversionistas, quienes ahora exigen mayor vigilancia sobre las empresas, más transparencia y reporte con métricas en sostenibilidad. Esta particular aproximación lo que hace es utilizar mejores herramientas en la gobernanza (G), para desde allí poner presión a la estructura organizacional y su manejo de los indicadores sociales (S) y ambientales (E), del inglés environment.
Hasta hace pocos años, cuando se abordaba la responsabilidad social de las empresas y se priorizaban los grupos de interés, los inversionistas no aparecían en la foto, se daba por descontado que eran los dueños de las empresas y por tanto no eran un grupo de interés destacado. Es parte, precisamente, de la crítica que se le ha hecho a la RSE, se volvió más acción social y descuidó la responsabilidad económica. Hoy, en la medida que las empresas se han vuelto cada vez más públicas con el ingreso de fondos de inversión, el accionariado difundido o por tomar capitales del mercado, los inversionistas exigen un riguroso Gobierno Corporativo y un fuerte mandato a los miembros del Directorio, para que la empresa tenga un riguroso Compliance, con observancia social y ambiental, soportada en métricas de calidad. Se posterga así el voluntarismo original de “hacer las cosas bien”, por una presión interna proveniente de quienes aportan capital. El ejecutivo de relaciones con los inversionistas es hoy un experto en sostenibilidad.
Un ejemplo a mencionar es el de BlackRock, el fondo de inversiones más grande del mundo, cuyos 7 billones de dólares en recursos, equivalen a la suma de los PBI de las economías de Alemania y Francia. Este fondo ha señalado a través de su CEO: “Votaremos en contra del equipo directivo cuando no progresen en la divulgación de información sobre sostenibilidad” y el año pasado votó en contra o se abstuvo en la elección de 4.800 miembros de Directorios en 2.700 empresas globales. “Cuando consideramos que las empresas no están divulgando información sobre sostenibilidad de forma efectiva o no están implementado marcos para gestionar estas cuestiones, consideramos responsables a los miembros del Directorio”. BlackRock incide mucho en los últimos meses en indicadores sobre cambio climático.
Este y otros grandes fondos de inversión también operan en el Perú y están exigiendo a nuestras empresas estándares ESG, porque han verificado que tienen mejores retornos y están menos expuestas a riesgos, a diferencia de aquellas que pueden tener destacadas utilidades, pero alta volatilidad. Esta posición de los fondos no proviene de un especial altruismo, sino que demandan estándares y políticas ESG por exigencia de sus partícipes, que son en gran parte los fondos de pensiones del mundo. Se trata de inversionistas de largo plazo que aspiran a mejorar sus futuras pensiones, viviendo en un entorno social y ambiental de calidad. La ganancia inmediata no es su objetivo.
Este nuevo impulso a la sostenibilidad llamado ESG no posterga la gestión social y ambiental de las empresas, sino por el contrario, le pone más rigor a esos temas y perfecciona las métricas tradicionales, busca que los indicadores tengan realmente sentido con el negocio y su sostenibilidad. La transformación digital, la innovación, los DDHH, el cambio climático y sus impactos en la empresa de mañana. De eso trata la ESG.