Por Jorge Echeandía - Especialista en Gobierno Corporativo y socio de Huddle

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En conversaciones casi diarias con empresarios del país, se escuchan las luminosas entrelíneas referidas a sus preocupaciones sobre algún aspecto vinculado a la estructura de su empresa, los roles de la alta dirección, las prácticas o pasividad de su directorio, el estilo de liderazgo de quien lo ejerce, las preocupaciones por el control de los riesgos que implica su actividad; una larga lista de aspectos que no se arreglan con buenas prácticas de gestión, certificaciones o capacitaciones al equipo operativo.

Todo ello está vinculado a las prácticas de gobierno corporativo que sus empresas llevan en su interior. No de aquellas que enuncian, ni de las que están escritas en un posible código, manual o decálogo, sino de las que practican en su cotidiano desempeño empresarial.

Las empresas identifican que practicando buena gobernanza reducen significativamente los riesgos internos y pueden enfrentar aquellos externos que no pueden contra una compañía que ha hecho su tarea. Pero, más allá de que la empresa camine mucho mejor, hay una variable que hace más atractivo “hacer las cosas bien”. Consiste en que, justamente, el negocio se vuelve más atractivo para otras empresas; es decir, más desearán realizar transacciones comerciales con él. Otras tendrán la intención de celebrar alianzas, de contar con el negocio en su cadena de valor; el sistema financiero comercial querrá mejorar sus condiciones financieras para lograr su fidelidad; y los inversionistas estarán a la expectativa para comprar acciones o tocar la puerta y proponer una oportunidad de “ser socios” con el negocio.

«Las empresas identifican que practicando buena gobernanza reducen significativamente los riesgos internos y pueden enfrentar aquellos externos».

Si tomamos en cuenta que el mercado financiero peruano es muy líquido, entenderemos que hay mucho dinero buscando una oportunidad para invertir. Hay aspirantes a inversionistas ángeles que no logran mover su dinero y terminan poniéndolo en una cuenta a plazo fijo para lograr un mínimo de rentabilidad; hay fondos locales e internacionales que logran armar productos financieros muy atractivos, pero que no necesariamente logran colocar en el mercado para obtener el retorno esperado; la misma Bolsa de Valores de Lima hizo un esfuerzo muy significativo para lograr que más empresas logren financiarse emitiendo deuda; y también hay firmas internacionales que quieren ser representadas en el país por empresas locales y a veces lo logran o se dan por vencidas y prueban en países vecinos.

En resumen, hay un mar de oportunidades para las empresas peruanas, pero pocas veces se concretan acciones a favor de ellas. ¿Es responsabilidad del sistema financiero? La respuesta es un gran “no”. Son las buenas prácticas de gobierno corporativo las que hacen que las empresas pasen la preevaluación. Un due diligence serio automáticamente evidencia un directorio que solo está escrito en el papel o un organigrama que fue diseñado para ponerlo en la pared, solo con la finalidad de resaltar al presidente o al gerente general. Una debida diligencia identificará a una empresa que no tiene un proceso de sucesión de liderazgo claro; u otra compañía que tiene como auditor a una persona o firma no objetiva, así como un canal de denuncias sin un proceso serio detrás.

La lista puede ser más larga, pero no hace más que mostrar que el inversionista mide su riesgo y solo accederá a brindar oportunidades de financiamiento o inversión a quien sea capaz de mostrar que tiene mapeadas estas falencias. A quien no se enfoca en el principio de “el fin justifica los medios”; y que, por el contrario, cuenta con un plan sólido de trascender por encima de la actual generación. A quien, persiguiendo su propio propósito, se preocupa por hacer bien la tarea desde la parte superior de la pirámide.







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