Por Stakeholders

Lectura de:

Hans Rothgiesser
Miembro del Consejo Consultivo Stakeholders

A algunos de nosotros nos enseñaron en el colegio que Plutón era el noveno planeta del sistema solar. Era uno de esos conocimientos que están sólidamente establecidos en nuestra cabeza. De hecho, Plutón, que apenas fue descubierto en 1930 -tengan eso en cuenta… antes de la primera guerra mundial no sabíamos ni que existía-, fue degradado en el 2006 por la Unión Astronómica Internacional. En su asamblea general en Praga se decidió que Plutón no cumplía con algunas características que debía tener un planeta. Desde entonces Plutón ya no es “planeta”, sino “planeta enano”.

En el Perú esto causó revuelo. Algunos medios, tan poco habituados a discutir asuntos científicos, lo convirtieron en un reality, en el que se llegó a decir “no me importa lo que digan esos astrónomos, para mí Plutón seguirá siendo planeta”. Como si se tratara de una competencia de popularidad.

Ahora bien, un afinamiento de la definición de qué es un planeta y qué no lo es tiene mucho sentido a inicios del nuevo milenio, después de la carrera espacial que nos permitió poner a un can en órbita, a un ser humano en la Luna y a un robot en Marte. Antes los objetos que daban vueltas en el espacio eran más parecidos entre ellos. Ahora que los hemos visto más de cerca, nos podemos dar el lujo de separarlos en nuevas categorías.

Eso no quita, por supuesto, que tengamos gente que se resiste y se resiste. En el 2018 la Universidad de Florida Central publicó material alegando que las razones por las que a Plutón se le quitó la calidad de planeta no son válidas. En el 2019 el administrador de la NASA dijo en un evento que Plutón sí es planeta. Que así se lo aprendió.

De aquí a unas décadas recordaremos este asunto como algo anecdótico y un caso de estudio de cómo el conocimiento avanza más lento porque muchos se resisten a incorporar nuevos datos y descubrimientos a sus procesos. Algo en lo que, dicho sea de paso, los peruanos somos campeones.

Por ejemplo, tomen en cuenta cómo en estas elecciones varios candidatos al congreso y algunos que van a la presidencia insisten en que la pobreza no se ha reducido en el Perú desde los años noventa. Tenemos estadísticas, tenemos estudios independientes, tenemos organizaciones internacionales felicitándonos… Y aun así, salen a los medios a decir que todo es mentira y listo. Primeros en las encuestas, así de fácil. Ni qué decir de la desigualdad. Ésta en el Perú también se ha reducido, pero igual. Salen a los medios a decir que necesitamos una constitución distinta, porque la actual ha fomentado desigualdad. Algo que estadísticamente sabemos que no es verdad. Pero nah. Mentirle al público no tiene consecuencias en este país.

En un país de verdad, saldrían autoridades y líderes de opinión y personalidades a cerrarle el paso a un candidato que le miente de una manera tan flagrante a la población. Aquí no. Aquí depende de a quién se opone. De con quién se va a pelear. De si es enemigo de mi enemigo. Y como el fin justifica los medios, puede ser un candidato investigado por violación de derechos humanos. Nada de eso importa.

Mientras sigamos siendo tan permisivos con la mentira y la desinformación y tengamos iniciativas de “fact checking” que solo revisan lo que dicen candidatos de algunas trincheras, pero no de todas, no tendremos una democracia sostenible. Seremos niños jugando a las elecciones mirando al cielo y decidiendo nosotros por nuestra cuenta cuáles de las estrellas que vemos en la noche son planetas y cuáles no.







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