Hans Rothgiesser
Miembro del Consejo Consultivo Stakeholders
En una escuela, Abraham Lincoln dijo en 1838 acerca de la preocupación que tenía por la necesidad de que las instituciones en ese joven país fuesen sólidas y sostenibles: “¿En qué momento podemos esperar que llegue el peligro? Si nos alcanza, será porque saltó de entre nosotros. Si la destrucción llega, nosotros mismos seremos sus autores y sus ejecutores”. De esa forma denunciaba a la violencia que llevaba al caos, que a su vez llevaba al público a demandar la imposición de un orden, lo que a su vez llevaba a la aparición de un líder ambicioso, lo que a su vez llevaba a una dictadura tirana. Todo esto en 1838, pero en otro país que definitivamente no era el Perú del 2021.
El Perú, de cara a las celebraciones de su bicentenario, tiene que preguntarse seriamente si está seguro de que quiere ser un país. De que quiere continuar con este experimento democrático. Los políticos peruanos deben preguntarse si están seguros de que este camino de conflicto constante lleva a algo realmente o si es más de siempre lo mismo. Los empresarios deben preguntarse si pueden continuar mucho más tiempo desvinculados de la realidad nacional que pide a gritos más iniciativas de defensa del modelo económico, pero de verdad. Financiar a cabezas que hablan y que anuncian que evitarán cualquier discusión o confrontación, lo siento mucho, no sirve de nada. Tienen que embarrarse un poquito más.
Los funcionarios públicos deben preguntarse si la constante preocupación por un Estado ineficiente tiene algo que ver con lo que hacen o dejan de hacer. Si quizás le están dando más importancia a la burocracia, que a brindar un servicio sobresaliente a los ciudadanos. Los comerciantes deben preguntarse si se están aprovechando de sus clientes en momentos difíciles. Los docentes deben preguntarse si están siendo los mejores profesores que pueden ser o si hay talleres y cursos que podrían llevar para mejorar.
Los médicos, los ingenieros, los obreros, los choferes, los abogados. Todos deben preguntarse si están pensando solamente en sí mismos o si ya estamos pensando en algo más grande que eso. En algo que nos incluye y que nos permite llegar más allá. Preocuparte por tu comunidad, por tu barrio y por tu país más allá de preocuparte solamente por ti y tus seres queridos más cercanos tiene mucho sentido. Te brinda una red de seguridad en el caso de que pase algo malo que no habías planeado.
Tener un servicio social que se encargue de ti cuando seas viejo, o una red de colegios públicos buenos que eduque a tus hijos si es que algo pasa y no tengas los recursos para pagar un colegio privado. Tener un cuerpo de policía efectivo que nos proteja de la delincuencia y hospitales públicos y defensoría del pueblo. Además, un Estado que funcione, que tenga el tamaño adecuado. Que no coloque más y más barreras a todo, sino que ponga las barreras adecuadas, de tal manera que después no haga falta poner más.
A esto es a lo que se refería Lincoln hace casi dos siglos. Los riesgos más grandes a la sobrevivencia de un país vienen de adentro. De que nosotros mismos no queramos hacer nuestra parte. Que prefiramos seguirnos peleando, seguir fomentando el conflicto para sacar tajada. Seguir aferrados a ideologías que ya nos han traído ruina en el pasado. Seguir cerrados a nuevas ideas. Pero no ideas de hace veinte años maquilladas como nuevas, sino realmente nuevas ideas. Y de reconocer lo que sí hemos avanzado para reforzarlo.