Por Stakeholders

Lectura de:

Hans Rothgiesser
Miembro del Consejo Consultivo Stakeholders

El escritor y guionista británico Richard Curtis hoy en día es suficientemente famoso como para hacer lo que quiera. Ha escrito películas reconocidas, como Cuatro bodas y un funeral, Notting Hill y El diario de Bridget Jones. Ha sido nominado a los premios Oscar, a los BAFTA, a los Golden Globes, a los Emmy, entre otros. Él creó junto con Rowen Atkinson la serie Mr. Bean.

Por supuesto que no siempre fue ese el caso. Cuando su carrera recién empezaba, tuvo la idea descabellada de filmar una serie cómica que transcurriera toda en una trinchera durante la primera guerra mundial. Pretendía burlarse de ese pasaje tan sombrío de la historia británica, en la que oficiales y personajes acomodados ordenaban marchar a morir a miles de jóvenes. Sin embargo, le dijeron que no. La sociedad británica de inicio de los años 80 no estaba lista para eso y los productores de televisión mucho menos.

Curtis y Atkinson propusieron entonces la serie de televisión The Black Adder, la historia de un joven príncipe en 1485, al final de la edad media, tratando de derrocar a su padre y hacerse con la corona. En el 2001 una encuesta hecha por el británico Channel 4 halló que el príncipe Edmund Blackadder era tercero en la lista de los 100 mejores personajes de televisión. En el 2004 otra encuesta encontró que esta serie era la segunda mejor comedia británica de todos los tiempos. La revista Empire la nombró una vez la novena mejor serie de televisión de todos los tiempos. O sea, fue una buena idea.
La segunda temporada, Blackadder II, transcurre durante el reinado de la Reina Elizabeth I. En esta ocasión Edmund es Lord Blackadder, un noble, pero no es príncipe. En la tercera, Blackadder the Third, durante la Regencia, Edmund es el mayordomo del Príncipe Regente. Y la cuarta sucede durante la primera guerra mundial. Y transcurre, por supuesto, en buena parte dentro de una trinchera.

Fue así como se demoró todos estos años, pero logró salirse con la suya. Blackadder goes forth es el sitcom que Curtis quería hacer desde el comienzo, con la crítica social que tenía en mente desde el comienzo y con el comentario político que había querido hacer desde el comienzo. Se cerró entonces un círculo que tomó seis años, pero llegó a cerrarse.

Esto es una lógica circular. Es partir de un momento en la historia para dar una vuelta completa y regresar al inicio. En cambio, cuando hablan de economía circular, a mí me parece más bien que están hablando de sentido común.

La economía casi por definición es circular. En economía todo da vueltas. Si un país no se preocupa por cuidar su medio ambiente y permite la instalación de industrias que destruyen el medio ambiente, habrá consecuencias y se cerrará el círculo. Claro, las consecuencias no las pagará la generación que gozó de la despreocupación por el medio ambiente, sino las siguientes. Pero el círculo se cerrará eventualmente.

Lo mismo pasa a nivel más micro. Una empresa que no se preocupa por gestionar adecuadamente sus desechos, sufrirá luego las consecuencias. Una familia que no ahorra energía tendrá problemas. Un individuo que no separa la basura reciclable, se perjudicará después. Claro, todo esto no será directo y obvio, pero vendrá, estén seguro de ello. O quizás el costo no lo asumirán ellos, pero alguien lo va a asumir.

Ahora bien, un artículo sobre economía circular no estaría completo sin un cierre que tenga que ver con lo comentado inicialmente. Ya saben, para cerrar el círculo. Pero no creo que haga falta. No es algo que Edmund Blackadder haría.







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