Por Stakeholders

Lectura de:

POR MARÍA ÁNGELA PRIALÉ – Vicedecana de Administración de la Universidad del Pacífico (UP)

En la última década el interés por información sobre la sostenibilidad de las empresas ha crecido exponencialmente por accionistas, sociedad civil, reguladores, entidades financieras e incluso la industria de la inversión socialmente responsable.

Al crecer la demanda de información sobre la gestión de la sostenibilidad también se produce un crecimiento acelerado en el número de marcos y/o estándares de preparación y divulgación de la información que pretenden apoyar a las empresas a transparentar sus impactos. Tres son los de uso más amplio: 1) los lineamientos para la difusión de información de sostenibilidad del Global Reporting Initiative, GRI, 2) los estándares de reporte de la Sustainablity Accounting Standards Board, SASB, y 3) el esquema de reporte del International Integrated Reporting Council, IIRC. El GRI fue el marco pionero que surgió en 1997.

Posteriormente, en 2010 se desarrollaron los estándares del SASB y el esquema del IIRC. En el primer caso la intención era superar dos limitaciones que, de acuerdo con los promotores del SASB, tenía el GRI: 1) lineamientos demasiado generales (satisfacer a todos los stakeholders), y 2) incorporar el objetivo de atender las necesidades de los inversionistas. Por su lado, el IIRC, nace bajo la premisa de que ambos, el GRI y el SASB, tenían una visión parcial del impacto financiero de la sostenibilidad. Adicionalmente, al crecer el interés en temas de cambio climático durante la década del 2010, llamaban la atención a la necesidad de establecer esquemas de reporte más específico.

Pero si bien los tres estándares mencionados son los de uso más frecuente, existen muchos más, y hasta inicios del 2021 había, por lo menos, media docena de marcos y/o estándares adicionales en preparación. Si bien este crecimiento tanto en el interés como en el número de marcos/estándares disponibles ha devenido en grandes avances en la producción de informes de sostenibilidad, los principales productores de estos instrumentos han caído en cuenta de que la dispersión es contraproducente para las necesidades de los usuarios, de sus guías y de la información, pues genera confusión.

Por ello, surgen una serie de iniciativas que tienen como propósito conseguir un cierto nivel de armonización entre los mismos. Así, el GRI y el SASB emitieron un memorándum de entendimiento con el ánimo de coordinar. Además, en 2020, el SASB y el IIRC anunciaron su fusión en una institución denominada Value Reporting Foundation. Asimismo, bajo la facilitación de Deloitte y del WEF, estas tres instituciones, junto con algunas otras, firmaron, también en 2020, una Declaración de Intenciones, en la que destacan que diferentes stakeholders tienen diferentes necesidades y que, ya que sus esquemas las atienden, presentan un esbozo tanto para el establecimiento de estándares basados en un conjunto acordado de tópicos en sostenibilidad como de los requerimientos de su difusión.

De otro lado, promueven que sus esquemas/estándares sean el punto de partida para la selección de estos tópicos. En la declaración abogan por “interoperabilidad,” “complementariedad” y “concurrencia” de marcos y estándares, que no es lo mismo que “armonización”, “convergencia” y “compatibilidad”, pero podría ser un primer paso.

En suma, pareciera que aún estamos lejos de la convergencia, pero esta podría darse si se logra un acuerdo sobre dos puntos centrales:

– Conocer cuál es el objetivo final de la convergencia: ¿de indicadores, de modelos de reporte o el diseño de la contabilidad para la sostenibilidad?

– Resolver la dicotomía información para “todos los stakeholders” versus para el subgrupo de “inversionistas” En esa línea la Unión Europea tiene una propuesta interesante, ambos grupos con estándares generales, que sirvan a ambos, y estándares específicos.

La ruta de la convergencia, aún se sigue transitando, el tiempo nos mostrará si será posible.







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