Las energías renovables, tales como la solar, eólica, hidroeléctrica y geotérmica, son efectivas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Estas fuentes de energía limpias y sostenibles no generan emisiones contaminantes y al utilizarlas podemos disminuir la dependencia de los combustibles fósiles y contribuir a la lucha contra el cambio climático.
La cumbre COP 28, que se celebró en diciembre de 2023 en Dubái, produjo resultados transformadores en el panorama energético mundial, marcando un hito significativo en la acción por el clima poniendo de manifiesto un compromiso profundamente arraigado entre las naciones para afrontar de frente los retos del cambio climático. Así, se destaca la ambición de acelerar la transición energética con metas concretas como triplicar la capacidad renovable y duplicar la eficiencia energética para el 2030. Por otro lado, la Iniciativa Energía Renovable en África (AREI) busca un impacto significativo mediante la instalación masiva de capacidad de energía renovable, subrayando la necesidad de considerables inversiones financieras.
También se reveló el potencial económico de las energías renovables, donde los costos en tecnologías han disminuido notablemente en la última década. Una muestra de ello es la caída del 85 % en el costo de la electricidad solar entre 2010 y 2020.
América Latina se perfila como un actor destacado en la transición hacia una matriz energética futura impulsada por energías renovables. La abundancia de recursos naturales y el creciente compromiso con la sostenibilidad han convertido a la región en un epicentro para el desarrollo de proyectos de energía limpia. Sin embargo, se enfrenta a desafíos notables, como la falta de marcos regulatorios claros, que es crucial para fomentar la inversión a largo plazo.
«América Latina se perfila como un actor destacado en la transición hacia una matriz energética futura impulsada por energías renovables».
También la infraestructura inadecuada se presenta como un obstáculo, especialmente para integrar de manera eficiente la generación intermitente de fuentes como la solar y eólica. A pesar de esto, varios países de la región, incluyendo Chile, México, Brasil y Uruguay, han implementado políticas y programas cuantificables para impulsar la adopción de energía solar fotovoltaica.
En el caso del Perú, nuestro país cuenta con una producción interna de energía primaria (73.6 %), originada a partir de fuentes no renovables, como depósitos fósiles y minerales, abarcando específicamente gas natural, petróleo y carbón mineral. Ante este panorama, el Gobierno pretende aumentar el uso de energías renovables en un 80 % para el 2050, lo que se traduciría en un beneficio económico de 17 200 millones de dólares. La necesidad de mitigar estos impactos ambientales adversos resalta la imperativa búsqueda de alternativas energéticas sostenibles y renovables para reducir la huella de carbono y promover la resiliencia ambiental en el panorama energético del país.
A manera de conclusión, podemos señalar que se requiere fomentar políticas de eficiencia energética esenciales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Ello incluye promover energías renovables, usar tecnologías más eficientes y adoptar prácticas sostenibles en industria, residencia y transporte. Estas medidas son claves para mitigar el cambio climático y proteger nuestro planeta en la ruta del Desarrollo Sostenible.