En un contexto donde la sostenibilidad se encuentra, aún, pasando por un proceso de sensibilización y alfabetización en diversos ámbitos de la comunidad, los modelos empresariales con propósito cobran relevancia, ya que son un acelerador efectivo en tal proceso; en esta línea de pensamiento, el empresariado es, sin duda, un vector clave para estos desafíos y, específicamente para los ambientales, iniciando o rediseñando sus modelos de gestión y alineando, de forma realista y coherente, sus estrategias, para obtener resultados más tangibles, donde la justicia climática, la economía verde y la circularidad tengan un impacto positivo para todos.
Pero ¿cuál es el propósito empresarial? Es aquel proceso innovador y consciente que busca formar, desde los recursos y capacidades de la empresa, un rol participativo, responsable y ético con la sociedad y el planeta; desde la mirada ambiental, este puede contribuir en pequeña, mediana o gran escala a solucionar dificultades que, hoy por hoy, apremian al país, tales como: (1) un debilitado marco normativo ambiental que no hace frente a prácticas comerciales e industriales nocivas para el capital natural; (2) la falta de modernización en tecnologías de información que contribuyan a un levante de datos transparente para la toma de decisiones en materia climática; (3) la construcción de una agenda de atención, tanto pública como privada, a los efectos de desastres ambientales como los recientes incendios forestales o el fenómeno del niño; (4) la revisión de principios de gobernanza climática con la que deben estar dotadas las autoridades responsables que conducen las regiones al interior; (5) el fortalecimiento de un modelo transición energética que acelere, por ejemplo, la escalabilidad de la electromovilidad, entre otros aspectos.
«Podemos afirmar que el propósito es el ADN del liderazgo empresarial que en la actualidad se requiere para regenerar el presente y construir un futuro ambientalmente responsable».
Todas estas problemáticas contemplan el reto adicional de promover una mayor diversificación, optimización y modernidad de las estructuras productivas, normativas, tecnológicas, gremiales, y educativas del país; así, el fortalecimiento del rol ambiental de las empresas resulta determinante, dada la necesidad de que estas, juntos con otros actores, fortalezcan espacios colaborativos que le agreguen valor a lo ya realizado e impulsen nuevas acciones al respecto; una de las formas más pragmáticas de poder diseñar un propósito empresarial a la luz de una problemática ambiental, es mediante la innovación, dinamizando procesos donde antes no se tenía identificadas externalidades negativas, y que pudieran generar nuevas interrelaciones con grupos de interés de implicancia ambiental, por ejemplo.
Otro mecanismo facilitador para su diseño es la actividad de reporte. Muchas veces las empresas trabajan esta actividad de forma meramente declarativa, sin embargo, un ejercicio de reporte consciente, metodológicamente validado y con un enfoque participativo permite identificar fácilmente las brechas ambientales que existen y los actores con los que habría que involucrarse; por su parte, la transformación digital resulta una ruta interesante para que las empresas puedan, mediante la gestión de datos, contribuir a la transparencia y captura de datos de valor, así como mitigar sus emisiones y fortalecer su gestión de conocimiento en aspectos climáticos.
En resumen, podemos afirmar que el propósito es el ADN del liderazgo empresarial que en la actualidad se requiere para regenerar el presente y construir un futuro ambientalmente responsable. Lograr un país sostenible requiere de cambios estructurales, pero debemos considerar que las “agujas” de esos cambios se mueven con mayor tracción, cuando se diseñan estrategias colaborativas y empáticas con el planeta y que nacen de la génesis de las empresas. Miremos con esperanza lo avanzado hasta ahora en la agenda ambiental local, conozcamos las brechas existentes y definamos nuestro rol en implementar soluciones al respecto, por más complejas que parezcan, y así contribuir a la sostenibilidad ambiental que, finalmente, es la que genera sostenibilidad empresarial.