Por Federico Dejo, profesor de la Universidad ESAN
Desde que, en 1992, la Conferencia de NNUU sobre Medio Ambiente y Desarrollo, utilizó y difundió el concepto de Desarrollo Sostenible, término utilizado por primera vez en el Informe Nuestro Futuro Común de la Comisión Brundtland, que estudió y cuestionó las graves consecuencias del modelo de desarrollo tecnológico entonces predominante, que intervenía sobre los recursos naturales sin medir los impactos negativos que se producían, la visión sobre lo que debe ser el futuro de los países y, por ende de la humanidad, cambió. Se consideró de suma importancia el principio de que la satisfacción de las generaciones presentes no podía poner en riesgo las posibilidades de desarrollo de las generaciones futuras, sobre todo lo relacionado con las necesidades básicas, como alimentación y salud.
Desde entonces, los estudios relacionados con la supervivencia de todas las especies, se entendió como un proceso en cadena que está integrado en un gran ecosistema, donde todas las partes dependen del adecuado funcionamiento de las otras. Y si se rompe el eslabón en una de ellas, se deteriora el conjunto, generándose un desequilibrio que pone en riesgo a la gran diversidad de especies que han demorado millones de años en evolucionar y poblar el planeta.
Este concepto, aplicado a la sociedad, nos ha hecho ver que el ser humano ha creado gracias a la ciencia y tecnología, un ecosistema artificial desde el cual se interviene en el medio ambiente, alterando y desafiando muchas veces las leyes de la naturaleza. Consecuencia de ello, el fenómeno más grave y visible en la actualidad, es el calentamiento global y cambio climático, que si no se controla el aumento constante de la temperatura promedio del planeta, habrán fenómenos drásticos, afectando los ciclos vitales de la evolución de las especies, generando la desaparición de miles de ellas, y fenómenos climatológicos que traerán desastres, enfermedades y hambrunas.
En consecuencia, para neutralizar esa tendencia nefasta, tanto organismos internacionales como NNUU, Banco Mundial, FMI, BID, entre otras, así como la mayoría de países del mundo, grandes empresas multinacionales, ONGs, la sociedad civil y los sistemas educativos, han agendado el control y eliminación de los factores causales del cambio climático, de la contaminación ambiental y de la fisiografía de los suelos, mediante prácticas de sostenibilidad. Por ejemplo, la economía circular, la bioeconomía, el manejo de residuos de todo tipo, el cambio de matriz en la producción de energía eliminando el uso del carbón y el petróleo, la lucha contra la deforestación, etc.
La consigna actual es promover y respetar los tratados que protegen las leyes de la naturaleza, a la vez que poner límites a las formas de explotación de recursos que utilizan métodos depredadores.
Federico Dejo
La consigna actual es promover y respetar los tratados que protegen las leyes de la naturaleza, a la vez que poner límites a las formas de explotación de recursos que utilizan métodos depredadores. Ahora, las entidades financieras evalúan la sostenibilidad de cualquier emprendimiento, solicitan saber cuál es el nivel de impactos negativos que pueden afectar al medio ambiente y si se pondrán métodos de mitigación o reparación. También conocer si van a aportar a la mejora del bienestar social, si se utilizarán tecnologías que no contaminen el aire y el agua, y también exigen transparencia en el uso de los recursos financieros para evitar la corrupción y el lavado de dinero. Es decir, la sostenibilidad hoy en día es un concepto integral que incorpora como parte del bienestar tanto el respeto a los recursos de la naturaleza, como el respeto a la calidad de vida y derechos del ser humano, el uso de tecnologías amigables con el ambiente, así como la ética y justicia en el uso y asignación de los recursos financieros.
En el caso de nuestro país, la sostenibilidad es todavía un reto que requiere muchas más atención, tanto por parte de los gobiernos de turno, como de la sociedad civil. Alcanzarla es un objetivo estratégico, que requiere esfuerzos sostenidos y permanentes. Sin embargo, si miramos la evolución de los cuatro grandes componentes de la sostenibilidad, el ambiental, social, económico e institucional, durante los últimos años en lugar de avanzar, hemos retrocedido. De un nivel promedio de sostenibilidad baja en el año 2008, en los últimos años hemos descendido a la zona de sostenibilidad crítica, con tendencia a caer en la zona muy crítica. Estamos en una ruta de mucho riesgo por las consecuencias que puede implicar. Se hace urgente corregir esa tendencia hacia arriba.