Hace diez años, la economía circular era un concepto comprendido por muy pocas personas en el Perú. Hoy, en cambio, es tendencia y se ha posicionado como un tema central en la agenda de sostenibilidad. Nuestro país ha avanzado en el desarrollo de políticas, el impulso de emprendimientos y la adopción de prácticas circulares en sectores estratégicos. Sin embargo, ¿qué tan cerca estamos de lograr que la economía circular realmente sea un pilar de nuestro desarrollo?
Hablar hoy de actividades económicas regenerativas, productos diseñados para una larga vida útil y operaciones 100 % circulares sigue siendo, en gran medida, una aspiración colectiva, más que una práctica dominante. Para lograr una verdadera transformación se requieren superar barreras profundas. A continuación, algunas ideas clave para empezar escalar el cambio.
«Y tú, ¿cómo contribuyes al cambio?»
En primer lugar, necesitamos marcos políticos y regulatorios integrados. A nivel nacional, esto implica articular de manera más efectiva los esfuerzos sectoriales y de los distintos niveles de gobierno, de modo que existan incentivos claros y condiciones habilitantes para impulsar iniciativas circulares. A nivel internacional, se requieren mecanismos multilaterales de gobernanza que faciliten sinergias, ya que solo con institucionalidad sólida y colaboración activa entre países será posible reconfigurar el sistema de comercio mundial para que las cadenas de suministro favorezcan la circularidad.
En segundo lugar, tenemos que impulsar más inversiones circulares. Los proyectos deben nacer con la circularidad integrada desde su concepción, y esto no debería verse como una buena práctica, sino como un requisito indispensable. Al mismo tiempo, es esencial garantizar un acceso equitativo al financiamiento para todos los actores del ecosistema circular. Para ello, debemos acelerar la movilización de recursos públicos y privados, y desarrollar mecanismos financieros innovadores que aseguren la incorporación de la circularidad en todas las escalas: desde las grandes inversiones hasta los microemprendimientos que impulsan la transformación desde los territorios.
En tercer lugar, debemos cambiar nuestros paradigmas. Este es, quizá, el reto más complejo y desafiante, porque mientras nuestros hábitos, narrativas, costumbres y valores sigan favoreciendo el consumismo, la economía circular continuará relegada. Para lograr un cambio colectivo no basta con informar y sensibilizar a la población, ni es suficiente educar a las siguientes generaciones. Es necesario plantear alternativas creativas para superar las barreras que dificultan la coherencia entre el discurso de circularidad y nuestras elecciones cotidianas. Solo cuando la circularidad sea percibida como sinónimo de oportunidad, competitividad y esperanza, podremos hablar de una verdadera transformación cultural.
Por último, no debemos olvidar que una transición justa hacia una sociedad circular solo será posible si adoptamos un enfoque inclusivo. Los cambios sostenibles requieren avanzar simultáneamente desde arriba y desde abajo. Las acciones desarrolladas por gobiernos y organizaciones son fundamentales, pero solo tendrán impacto si se complementan con iniciativas impulsadas por comunidades, emprendedores y ciudadanos que buscan transformar la realidad. Ambos niveles deben conectarse y fortalecerse mutuamente, porque la circularidad es, en esencia, un proyecto colectivo. Y tú, ¿cómo contribuyes al cambio?









