Por Daniela Osores - Gerente general del Banco de Alimentos Perú

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Las cifras recientes de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) son tan contundentes como preocupantes: el 41 % de la población peruana —más de 13.9 millones de personas— vive hoy en inseguridad alimentaria moderada o severa. Esto significa que millones de compatriotas enfrentan el hambre o el riesgo constante de no alimentarse adecuadamente cada día. Y lo más alarmante es que esta cifra ha crecido respecto al 2023 (39.4 %), consolidando al Perú como el país con mayor inseguridad alimentaria de Sudamérica.

No es un dato más. Detrás de cada número hay historias de madres y padres que sacrifican sus comidas para que sus hijos puedan alimentarse, de personas mayores que deben elegir entre comprar medicinas o alimentos, y de jóvenes que, con hambre, intentan construir su futuro. Esta es la realidad de nuestro país, que no podemos normalizar ni aceptar como inevitable.

Las causas son múltiples y complejas: el alza sostenida del costo de vida, la pérdida de empleos de calidad y la disminución de ingresos, entre otras. Estas condiciones limitan el acceso a alimentos nutritivos y saludables, profundizando las brechas sociales y comprometiendo el desarrollo de millones de peruanos. La inseguridad alimentaria no solo es un problema de hambre; es un obstáculo directo para la educación, la productividad y la salud pública.

«El hambre no es un problema aislado ni ajeno; es una urgencia que toca a todos».

Frente a este escenario, desde el Banco de Alimentos Perú reafirmamos nuestro compromiso de luchar contra el hambre y el desperdicio de alimentos. Solo en 2024 logramos rescatar más de 8600 toneladas de alimentos aptos para el consumo humano, beneficiando a más de 300 000 personas cada mes en 23 regiones del país. Nuestro objetivo para 2025 es crecer en un 30 % respecto al año anterior, porque sabemos que cada kilo de alimento rescatado significa esperanza para una familia que lo necesita. 

Pero nuestra labor no sería posible sin la colaboración del sector privado, de instituciones y de miles de voluntarios que se suman a esta causa. Estoy convencida de que combatir la inseguridad alimentaria requiere un esfuerzo conjunto. El Estado, las empresas y la sociedad civil tenemos que trabajar en la misma dirección: garantizar que ningún peruano pase hambre en un país que, paradójicamente, produce suficiente alimento para todos.

Recientemente impulsamos el festival solidario Voces por la Alimentación, que reunió a más de 5000 personas con un mismo propósito: transformar el arte y la música en solidaridad. Y en octubre nos preparamos para un nuevo reto, la carrera Kilómetros por la Alimentación, que demuestra que cada paso puede marcar la diferencia. Estas iniciativas no solo permiten recaudar recursos, sino también sensibilizar a la población sobre la gravedad del hambre en el Perú.

El hambre no es un problema aislado ni ajeno; es una urgencia que toca a todos. Alimentar hoy significa sembrar un futuro con menos pobreza y más oportunidades. Desde el Banco de Alimentos Perú, seguiremos trabajando sin descanso para que ese futuro deje de ser un anhelo y se convierta en una realidad.







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