La COP29 sobre cambio climático, organizada bajo el marco de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC), se celebró en Bakú, Azerbaiyán, del 11 al 22 de noviembre de 2024. Con la asistencia estimada de entre 70 000 delegados, funcionarios y líderes mundiales, la COP29 prometía ser una de las reuniones más determinantes de las últimas décadas en la lucha contra el cambio climático por su enfoque en financiamiento.
En un momento en el que la colaboración global es esencial, algunas de las economías más grandes del mundo, y también de las más contaminantes, han decidido no enviar a sus funcionarios de más alto nivel, lo que ha generado críticas y preocupación entre los demás países y activistas. La falta de presencia de ciertos líderes del G20 limita la posibilidad de alcanzar acuerdos ambiciosos y perjudica la credibilidad del compromiso de estas naciones con la acción climática.
La meta sigue siendo ambiciosa: limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 °C respecto de los niveles preindustriales en un contexto donde, más allá de advertir sobre el “calentamiento global”, se ha comenzado a utilizar el término “ebullición global” para describir la grave situación actual.
Desde la Cumbre de la Tierra en 1992, las naciones han organizado conferencias para frenar el cambio climático y reducir emisiones. Sin embargo, tres décadas después, las emisiones globales siguen en aumento y los fenómenos climáticos extremos son cada vez más intensos.
«La meta sigue siendo ambiciosa: limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 °C respecto de los niveles preindustriales».
El camino hacia Bakú no ha sido fácil. La elección de la sede fue un tema de intenso debate, lo que reflejó las tensiones y los desafíos políticos detrás de la acción climática global. Finalmente, Azerbaiyán fue elegido para albergar la cumbre, en un esfuerzo por destacar la importancia de la acción climática en regiones que hasta ahora han tenido una menor visibilidad en la agenda ambiental mundial. La COP29 se centra en el financiamiento climático y busca acuerdos para que los países desarrollados aporten recursos que permitan a los países en desarrollo aplicar medidas de adaptación y mitigación. La propuesta es que las naciones más responsables de la crisis financien proyectos en las más afectadas. Sin embargo, los compromisos financieros han sido insuficientes. También, se debatirá cómo cerrar esta brecha de financiamiento, ya que sin estos fondos, limitar el calentamiento a 1,5 °C resulta casi imposible.
Además del rol de los gobiernos, la conferencia ha puesto sobre la mesa la responsabilidad del sector privado. Las empresas, especialmente aquellas en sectores altamente contaminantes, deben asumir compromisos de reducción de emisiones, transparentar sus actividades y, en la medida de sus posibilidades, financiar acciones para la descarbonización de sus cadenas de suministro.
Lograr una agenda climática unificada es complejo. Los intereses nacionales y económicos dificultan los acuerdos frente a la urgencia ambiental. En Bakú, los organizadores buscan compromisos verificables y sostenibles, mientras el reto es claro: evitar que el mundo supere el umbral de los 1,5 °C. Esta cumbre se planteó con la esperanza de que los líderes prioricen el bienestar común sobre los intereses individuales.
La COP29 en Bakú representó una oportunidad crítica para que el mundo actúe de manera decidida frente al cambio climático. A medida que se acerca el fin de la década (Agenda 2030) y el tiempo se agota, es vital que esta conferencia no se quede solo en discursos y promesas.
En un contexto donde el calentamiento global se convierte rápidamente en “ebullición global”, el éxito o fracaso de la COP29 podría definir el rumbo de la humanidad en los próximos años.