Desde el sector empresarial estamos convencidos de que, para que un país sea sostenible es imprescindible contar con la inversión y el espíritu emprendedor del sector privado para generar empleo, ofrecer productos y servicios que cubran necesidades de los ciudadanos, en investigación, desarrollo e innovación, y así así diseñar productos ecoamigables y de larga vida. Por supuesto, se construye también desde la integridad, la transparencia y la coherencia entre lo que decimos y hacemos; con ello, además, generamos confianza ciudadana en las empresas. Es así que fortalecer una cultura empresarial basada en valores es esencial para consolidar un Perú sostenible.
El desarrollo sostenible exige un compromiso más amplio: generar crecimiento económico, desarrollo social, respetar el entorno ambiental y actuar con ética en cada decisión, de manera visible y siendo un referente en nuestra sociedad, que hoy carece de líderes y ejemplos a seguir. La integridad empresarial no debe tener como principal objetivo evitar riesgos o sanciones, sino que, por el contrario, debe ser ante todo la base para crear condiciones que permitan atraer inversión responsable, generar empleo formal, ganar la confianza de los clientes y producir recursos que se traduzcan en impuestos para financiar servicios públicos esenciales. Así se construye un círculo virtuoso que fortalece la economía y, al mismo tiempo, el tejido social del país.
Integridad empresarial: las empresas tienen en sus manos la capacidad de transformar entornos y generar confianza. Adoptar políticas de cumplimiento, fortalecer los controles internos y promover la transparencia en la cadena de valor son prácticas que no solo previenen la corrupción, sino que impulsan la competitividad. Cuando las organizaciones priorizan la ética, atraen inversión a largo plazo, consolidan relaciones de confianza con sus clientes y proveedores, y se convierten en agentes de cambio en sus comunidades. La sostenibilidad no puede desvincularse de la integridad: ambas son caras de una misma moneda.
«En la crisis política actual, cuyo peor reflejo es haber tenido siete presidentes desde 2016, se vuelve muy relevante desplegar campañas de educación cívica y voto informado».
Un Estado aliado: para que la sostenibilidad sea posible, no basta con el sector privado, el sector público debe ser el primer impulsor de la visión y estrategia y debe facilitar la concurrencia de los demás agentes de la sociedad en la misma dirección. Se necesitan marcos regulatorios claros, eficientes y predecibles que promuevan la actividad empresarial sin sacrificar la transparencia. La lucha contra la corrupción en las contrataciones públicas y la selección de funcionarios idóneos son pasos indispensables para que los recursos públicos se usen correctamente.
La digitalización de procesos, la reducción de la discrecionalidad y el fortalecimiento de la rendición de cuentas son medidas que benefician tanto al Estado como al sector privado. La confianza entre ambos actores es un requisito para el desarrollo sostenible.
Ciudadanía activa y cultura de integridad política: un país sostenible, basado en una democracia robusta, requiere partidos políticos y ciudadanos comprometidos con la ética. La integridad también debe ser un principio rector en la vida pública. Desde el sector empresarial podemos y debemos promover esta cultura apoyando la formación en valores de todos nuestros grupos de interés. En la crisis política actual, cuyo peor reflejo es haber tenido siete presidentes desde 2016, se vuelve muy relevante desplegar campañas de educación cívica y voto informado, especialmente entre los jóvenes, quienes representan la esperanza de una sociedad más justa y responsable. Formar ciudadanos conscientes e involucrados en los asuntos públicos es clave para sostener en el tiempo las transformaciones que el país necesita.
Un compromiso compartido: construir un Perú sostenible no es tarea de unos pocos. Es un propósito colectivo que requiere la participación activa de las empresas, el Estado y la ciudadanía. En Empresarios por la Integridad creemos que las buenas prácticas empresariales pueden y deben ser una fuerza transformadora frente a la corrupción, a la viveza, al camino fácil y torcido y el conflicto de interés, impulsando un desarrollo que combine prosperidad económica con responsabilidad social y ambiental.
La sostenibilidad del Perú dependerá de nuestra capacidad para liderar con el ejemplo y demostrar que la integridad también genera valor.









