El Perú es un país bendecido por recursos minerales, los cuales se han explotado en distintos momentos de nuestra historia siendo siempre un pilar significativo de nuestra economía. La correlación del crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) y la producción minera es prácticamente directa y demostrable estadísticamente, y ciertamente, materia permanente de discusión en distintos foros. Una correlación muy similar se observa en cuanto a la inversión privada minera, que ha representado hasta el 24 % de toda la inversión privada en el Perú en la última década, según Proinversion y el BCRP.
En adición, la minería constituye el sector de mayor contribución a las exportaciones nacionales, habiendo acumulado en el 2023 exportaciones por un valor de US$ 43 733 millones, aproximadamente el 68 % del total y responsable clave del superávit de la balanza comercial que alcanzó los US$ 17 401 millones en ese mismo año. De esos US$ 43 733 millones de exportaciones mineras, el 53 % es atribuido al cobre, metal clave para la transición energética y la meta carbón neutral 2050.
Sin embargo, la contribución de la minería no debe apreciarse como un sector aislado, su característico encadenamiento productivo con otros sectores productivos y de servicios movilizan la economía en su conjunto y de allí su naturaleza estructural en el PBI nacional. Algo menos publicitado, pero que en definitiva es una innegable realidad, es el aporte social de la minería y su capacidad de generar cambios significativos en las comunidades cuando son bien gestionados
“La minería es el vehículo más potente que tenemos para lograr avances como el de Apurímac en relativamente corto tiempo y necesitamos aprovecharlo”.
Ejemplos recientes como el de Apurímac que ha dejado de ser una de las regiones más pobres del país gracias a inversiones como la de Las Bambas y otros proyectos mineros son realidades observables en el país. Según el Instituto Peruano de Economía (IPE), la región ha experimentado una transformación significativa en la última década, pasando de ser la región más pobre en el 2012 a posicionarse en el puesto 16 en el 2023. Similarmente, de acuerdo con el informe del INEI sobre la evolución de la pobreza monetaria 2014-2023, Apurímac logró revertir valores de rango promedio de pobreza monetaria de 38.5 % en el 2014 a 24.5 % en el 2023, posicionándose en el mismo rango de regiones como Áncash, Cusco y Lima.
Si bien es un gran logro de la región Apurímac, no es suficiente en nuestro camino al desarrollo y el bienestar de nuestras comunidades. El Perú ha mejorado notoriamente en su Indicador de Desarrollo Humano (IDH) de Naciones Unidas, pasando de 0.675 en el año 2000 a 0.762 en el año 2022, esto es un 11 % de mejora. No obstante, en los últimos tres años de la serie el valor del IDH se ha estancado. Mas aún, en el ranking mundial, y a pesar de esta mejora del 11 %, hemos retrocedido de puesto 84 al 87 en el mismo periodo de tiempo de acuerdo con el último informe sobre Desarrollo Humano 2023-2024 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
En ese contexto, la minería es el vehículo más potente que tenemos para lograr avances como el de Apurímac en relativamente corto tiempo y necesitamos aprovecharlo. El Perú tiene una de las carteras de proyectos mineros más importantes a nivel mundial que totalizan US$ 54 556 millones y comprenden 51 oportunidades de desarrollo para los peruanos. De esa cifra, el 73 % corresponden a proyectos de cobre, que como ya mencionamos, es un metal clave en la transición energética.
Si bien los precios de los metales, particularmente el cobre, tiene muy buenas proyecciones por su alta demanda para la transición energética, el mundo cambia permanentemente. La penetración de tecnologías alternativas a la electromovilidad 100 % a baterías como transición a la meta carbón neutral 2050 es uno de esos cambios. Una reciente publicación de Wood Mackenzie da cuenta de cambios en el mercado de la electromovilidad recogiendo algunas correcciones en anuncios previos de los principales fabricantes de automóviles del planeta respecto de fabricar solo vehículos eléctricos 100 % a batería en horizontes de tiempo tan cercanos como el del 2030.
El desarrollo acelerado de la celda de combustible de hidrógeno, dispositivo característico de la tecnología FCEV, por sus siglas en inglés, Fuel Cell Electric Vehicle y el desarrollo de combustibles ecológicos podrían alterar la demanda de varios metales de transición energética en mayor o menor medida en los próximos años. Afortunadamente todas esas tecnologías penetrantes requieren también de cobre, aunque en menor cantidad que los vehículos eléctricos 100 % a baterías. Desde el Instituto de Ingenieros de Minas del Perú (IIMP) queremos remarcar la necesidad de aprovechar nuestro mejor vehículo de desarrollo y no dejar pasar esta nueva gran oportunidad que tenemos de construir progreso genuino, nuestra minería, la minería de todos los peruanos.