Vivimos un momento en el que la sostenibilidad ha dejado de ser una opción para convertirse en una expectativa ineludible de consumidores, colaboradores y comunidades. De acuerdo con el estudio Sustain to Gain Latam 2024 de Kantar, el segmento de consumidores latinoamericanos que prioriza marcas con una clara responsabilidad ambiental creció un 10 % entre 2023 y 2024, y hoy representa el 28% de la población de la región, con especial presencia en países como Perú, Colombia y México. Este escenario exige que las empresas eleven sus estándares comunicacionales, ya no basta con actuar; es necesario explicar, inspirar y asumir públicamente la responsabilidad por lo que se hace y cómo se hace.
La tarea exige un paso más allá del marketing. El purpose washing, promesas vacías sin respaldo real, erosiona la reputación. En nuestro país, un estudio de Impronta Rersearch reveló que el 73% de los peruanos pide claridad sobre el impacto ambiental y social de las marcas. Un ejemplo inspirador es AJE Group, que implementó envases 100 % reciclables y redujo el consumo de agua en sus plantas; pero más allá de hacerlo, comunicó esos logros con datos auditados y transparencia real.
«Es necesario explicar, inspirar y asumir públicamente la responsabilidad por lo que se hace y cómo se hace».
El poder de las historias radica en su capacidad para conectar emocionalmente. En Colombia, Bancolombia financió proyectos de energías renovables por más de 113 millones de dólares junto a BID Invest, permitiendo que la planta solar Shangri-La genere 403,7 GWh/ anuales de energía limpia, equivalente a abastecer cerca de 214.000 hogares y de esa forma evita la emisión de 162 000 toneladas de CO₂. Ese tipo de narrativas no solo informan, sino que motivan el compromiso ciudadano y empresarial.
Además, hay iniciativas concretas que comunican responsabilidad desde lo cotidiano. AJE en alianza con la cadena de hoteles Inkaterra y la Municipalidad de Machu Picchu, contribuyó al cuidado de la ciudadela incaica donando una planta compactadora de residuos plásticos, una instalación de biodiésel y otra de tratamiento orgánico que procesa cuatro toneladas diarias de residuos. Esto convirtió al Santuario en un referente regional de turismo sostenible.
Lo que las organizaciones deben entender es que la comunicación con propósito no es un área más; es un motor estratégico. Requiere que los voceros estén preparados, que los mensajes sean coherentes y que los canales estén diseñados para escuchar y responder. En Chile, Falabella integra reportes financieros con avances en economía circular y lo comunica con claridad. En Perú, Backus promueve campañas de consumo responsable que combinan acciones internas con mensajes externos coherentes y relevantes.
Hoy, comunicar con propósito no es simplemente contar lo que hacemos; es construir lazos de confianza y responsabilidad compartida. Las empresas que articulen sus acciones desde valores genuinos, y las comuniquen con empatía y consistencia, serán las que marquen la diferencia. En esta nueva era, la reputación se construye con transparencia diaria y voluntad real de cambio.









