Baltazar Caravedo Molinari
Miembro del Directorio de CTC Consultores
Si bien la continuidad del sistema humano dependerá de la fortaleza de los vínculos de cohesión entre sus componentes, ello no sólo será producto del volumen de energía que sea capaz de operar. Existe una tensión permanente entre una energía social cohesionadora y otra que llamaremos entrópica, que le resta fortaleza a los vínculos, que desordena y degrada la dinámica. Por lo mismo, la continuidad no dependerá únicamente de la cantidad de energía sino de la cualidad de la energía social (cohesionadora o entrópica) que circula. Se puede decir que la sostenibilidad para la humanidad estará en función del balance entre ambas.
La cohesión del sistema significa una mayor capacidad adaptativa del mismo, al entorno cambiante. Su continuidad dependerá, pues, de su cohesión. Sin energía social de cohesión no hay capacidad adaptativa; y sin ésta sólo hay colapso. La energía y las tensiones desplegadas en el intercambio entre los distintos sujetos del sistema humano se manifiestan en varias dimensiones. Cada una de éstas, adopta lógicas que si bien las mantiene en planos diferentes, se conectan y, por lo mismo, comparten energía.
Un sistema vivo tiene un patrón de reproducción en un contexto determinado. En otras palabras, si los elementos del entorno no se modifican radicalmente o no se transforman sus componentes tenderán a repetir las formas en que hacen los vínculos. En el sistema humano el lenguaje (que no sólo alude a lo verbal sino que hace referencia a manifestaciones comunicativas de toda índole) es el gran conector de las prácticas humanas: es el portador de las energías potenciales que luego se plasman en energía activa, en acciones prácticas y rutinarias. Los mensajes que anuncia el lenguaje y que captan las personas discurren en un plano consciente y otro inconsciente.
La capacidad limitada de la consciencia humana toma algunos mensajes; otros son captados, incorporados y elaborados en el plano inconsciente. Independientemente del plano en el que discurren, ambos planos se conectan.
Se podría decir que hay una genética social y una suerte de ADN social en los sistemas. La intensidad de energía social que se opera en el sistema modifica el ADN social.
El contacto e intercambio con otros sistemas contribuye a este proceso.
En toda sociedad se pueden encontrar varios sistemas.
Cuando dos o más sistemas (o subsistemas) se conectan se produce una tensión por el predominio y se desata una disputa por establecer el comando de la incorporación-cohesión.
En la sociedad peruana podemos distinguir sistemas que denominaremos tradicional, moderno y tecnológico. La diferenciación proviene de la conectividad.
La transición desde un sistema tradicional a otro moderno o tecnológico es más que una disputa económica o política; todas las dimensiones se conectan y todas ellas disputan el predomino. En ese entramado dinámico y complejo se redistribuye la energía social, se fusionan los elementos, se desarticulan las dimensiones, se recompone la unidad con nuevos elementos y se obtiene una reestructuración de las dimensiones, todo lo cual se manifiesta en una nueva densidad de energía social.
Necesitamos una nueva manera de apreciar los procesos sociales o empresariales utilizando el concepto de energía social y la perspectiva de sistemas complejos.
El proceso de la sociedad de los últimos cien años ha estado atravesado por una dinámica de sistemas en pugna, el mismo que se ha manifestado a través de modificaciones en la lógica de su reproducción.
La constitución de la energía social se ha puesto en evidencia a través de la modificación en la distribución de la población, el carácter rural o urbano que tiene, la continuidad o emergencia de nuevos discursos manifiestos y subyacentes, la conectividad y comunicación a partir de los medios de comunicación tecnológicamente más desarrollados, los contenidos culturales que emiten y moldean la subjetividad de las personas, la participación legal y legítima de la población en la conformación de los órganos de decisión política a nivel nacional, regional y local, entre otros.
Las pugnas entre los sistemas se han manifestado en distintas ocasiones como conflictos sociales cuyas formas han tendido, muchas veces, a ser acciones violentas, cargadas de energía entrópica: movimientos campesinos, regionales, laborales, huelgas, y acciones políticas y sociales.
En el contexto en el que el desarrollo tecnológico es muy acelerado, una alteración en la alineación de las dimensiones de los sistemas puede generar, y de hecho genera, tensión y oportunidades para la emergencia de conflictos sociales y redefiniciones estructurales que no pueden ser visibilizadas; y, por ello, tampoco se les puede apreciar, valorar y medir adecuadamente, como ha ocurrido en Chile, Hong Kong y otros lugares.
En la actualidad la visión de sistemas complejos no es predominante. Lo que se suele proponer son políticas o cursos de acción fragmentados que producen o potencian contradicciones de las que no se tiene consciencia y no contribuyen a transformar el patrón de reproducción del sistema; se experimenta una repetición de la rutina social anterior. El desarrollo de una perspectiva de sistema complejo tomando los avances del conocimiento en las distintas disciplinas y la innovación tecnológica permitirá facilitar las conexiones entre las disciplinas, tener una perspectiva que enriquece las interpretaciones de los procesos y las medidas para alterar las rutinas, dando un nuevo sentido a la transformación social, saltando por encima de las formulaciones atrapadas por una lógica lineal.