
Por: Baltazar Caravedo
Miembro del Directorio Caravedo, Tejada, Cuba (CTC) Consultores
En los últimos años, emergiendo de la base filosófica de la responsabilidad social, han surgido iniciativas empresariales profundamente preocupadas por la transformación y la sostenibilidad, que pretenden asegurar la continuidad de la humanidad y la vida sobre la tierra. Se trata de una nueva concepción de empresa, cuyo propósito es resolver problemas sociales y ambientales; tales, por ejemplo, economía por el bien común, economía circular, capitalismo consciente, sociedades de beneficio e interés colectivo o empresas B.
En ésta última iniciativa se incorpora el propósito en sus estatutos; procura utilizar el mercado para crear bienes públicos; y ofrece un nuevo sentido al manejo empresarial. Se trata de propuestas de transformación. No son discursos inertes. Son formulaciones que recogen los principios y derechos que la humanidad ha admitido en las últimas décadas y que se ponen en movimiento en el interior de todas las organizaciones, marcando el paso del vínculo entre éstas y la sociedad.
Los problemas ambientales que hemos producido en los últimos tiempos se han desplegado a la par que revolucionarios conocimientos teóricos. Hoy podemos vislumbrar las formas prácticas que esos conocimientos nos pueden dar a través del descubrimiento de nuevos elementos o de microscópicas dimensiones productivas. Estamos a las puertas de una transformación radical de la humanidad. La innovación será cada vez más intensa. El sentido de las empresas será distinto. Nuestro conocimiento se multiplicará a ritmos no imaginados.
En ese sentido, necesitamos sistemas productivos con enorme capacidad adaptativa, con valores de colaboración más desarrollados. Necesitamos un nuevo enfoque y concepto de valor. Sólo así se podrá enfrentar el futuro que se avecina. La expansión de las empresas B y de las demás iniciativas, u otras que seguramente emergerán, será un elemento fundamental en el compromiso en el desarrollo integral, sostenible y sistémico.
Es posible distinguir distintas formas de valorar las relaciones humanas, dependiendo de la dimensión en la que nos movamos: ética, económica, política, social, ambiental. Cada una de las dimensiones tiene un fundamento lógico. No obstante, tendemos a valorar los vínculos a partir de una visión que se despliega predominantemente en la dimensión económica.
El desafío que tenemos por delante es integrar todas las dimensiones de valor y modificar la idea de que sólo lo económico da sentido.