Baltazar Caravedo
Miembro del Directorio de CTC Consultores
El proceso de la formación de los paradigmas con los que nos permitimos observar la realidad no solo se transforma para configurar el espíritu de una época sino que toma un tiempo largo en plasmarse. No depende de un solo movimiento sino de una variedad de elementos que se despliegan en distintas dimensiones, a diferentes ritmos y velocidades, abriendo un abanico de sentidos. Se trata de la emergencia de nuevas cadenas lógico afectivas que perturban, alteran y contribuyen a la transformación de los sistemas vivos y humanos en los que nos desenvolvemos. Voy a destacar tan solo unos pocos hechos ilustrativos relacionados a la responsabilidad social y a la sostenibilidad.
La revolución industrial si bien modificó e innovo tecnológicamente las maneras de producir desplazando a la feudalidad, también provocó maltrato a un universo de seres humanos (hombres, mujeres y niños) que solo tenían su fuerza de trabajo para vender y poder sobrevivir. Lo que me interesa señalar es que dentro del propio segmento empresarial de los siglos XVIII, XIX y XX surgieron algunos personajes que desarrollaron experiencias críticas (no necesariamente opuestas) al propio sistema social y económico que emergía. Tal el caso de algunos filántropos como Stephen Girard (1750-1831) ,Andrew Carnegie (1835-1919) y Mary Parker Follett (1868-1931).
Antes de la Primera Guerra mundial el periódico de habla inglesa The Rodnen and Otamatea Times publicó el 14 de agosto de 1912 una discreta nota que advertía de un posible calentamiento global en los próximos siglos, antes que el Informe Meadows (1971/1972) y el Informe Brundtland (1987) convirtieran el tema ambiental en agenda universal.
Wallace B.Donham, un colaborador del Harvard Business Review sostenía en 1927 que “a menos que perentoriamente se logre una importante socialización de los negocios…nuestra civilización puede encaminarse a un periodo de retroceso…los problemas de la sociedad, que surgen de las actividades empresariales, presentarán graves y crecientes dificultades” (Antonio Vives, 2013 Computere pp. 23-25 )
A fines del siglo veinte James Rouse, un empresario norteamericano, decía que el propósito legítimo de una empresa no es la ganancia sino proveer un servicio que la sociedad necesita (Joel Makover, Beyond the Bottom Line, 1995). James Austin, ´profesor de Harvard publicó un libro que tituló El Desafío de la Colaboración (2000). En ese texto sostenía que las empresas tienen que migrar hacia nuevos tipos de relaciones que van mucho más allá de la pura filantropía y que más bien se centran en interacciones y alianzas entre diferentes sectores de la sociedad.
Muy poco después aparecerán las empresas B (2006), economía circular (2010) valor compartido (2011), la economía de la colaboración de Jeremy Rifkin (2010, 2015), La primera quincena de agosto del 2019, cerca de doscientos de CEO de 200 corporaciones empresariales de Estados Unidos declaran que el propósito de las corporaciones privadas ya no es maximizar las utilidades para los accionistas; el propósito es invertir en ambiente, colaboradores, proveedores, clientes, comunidad.
La mirada que en el actual contexto de la pandemia aparece cada vez más es la que propone la redefinición del capitalismo, o la construcción de un nuevo sistema. El filósofo italiano Franco Berardi dice que estamos entrando en la época de la extinción, que “vivimos dentro del cadáver del capitalismo”, y que para vivir hay que mudarse. Al parecer el futuro está dentro (pasado) y fuera (futuro).