Por Stakeholders

Lectura de:

Baltazar Caravedo Molinari
Miembro del Directorio de CTC Consultores

El clima subjetivo que se ha generado antes y después de las elecciones del 11 de abril ha despertado angustia, pánico, ilusión y fantasía, simultáneamente.

Esa combinación de afectos confunde y provoca el desencadenamiento de violencia y mayor fraccionamiento.

Los que se encuentran embarcados en las campañas para la segunda vuelta han creado una suerte de caricatura interna de la guerra fría que vivió la humanidad entre 1947 y 1991; es decir, despliegan subyacentemente la idea de la existencia de un enfrentamiento entre dos modelos diferentes de economía y de gobierno respaldados por dos universos de ciudadanos absolutamente conscientes y organizados.

Lo que se vive es la manifestación de un sistema fraccionado y arrinconado desde distintas dimensiones y lógicas que, además, no cuenta con un liderazgo que ausculta profundamente la complejidad que tiene la sociedad peruana. Lo que se ha creado básicamente es una desafección generalizada que se arrastra desde hace mucho tiempo.

El problema no es ideológico político (aunque no niego que existe en diferentes sentidos). Las políticas económicas de cualquiera de los grupos que se disputan la segunda vuelta no resolverá el problema de los peruanos. Independientemente de quién obtenga la mayor votación y asuma el gobierno, o de quién conforme un gabinete más técnico, no disminuirá la pobreza, no provocará bienestar económico, social, ambiental, sanitario o de salud, ni hará desaparecer la violencia, la delincuencia, el feminicidio, el descontento, la frustración o el encono.

Las propuestas o se desplazan en un nivel abstracto o fragmentan la realidad y, por ello, plantean soluciones limitadas, parciales y contradictorias, que terminan multiplicando la complejidad y el desenvolvimiento de una tendencia al colapso. No es lo técnico lo que dará más seguridad a los más pobres o a los inversionistas peruanos y extranjeros.

El problema que hay que abordar es el replanteamiento del patrón de vínculos en todos los planos y dimensiones.

Si no podemos exponer nuestro disenso, si no es posible escuchar al otro no importa cómo se ubique social y económicamente, si no podemos construir alianzas para abordar los problemas que aquejan a la sociedad, si no podemos consultar con todos y todas, si no podemos valorar las diferentes ideas creativas, si no podemos abrazar a los diferentes que viven con nosotros, lejanos o cercanos, no podemos cohesionar a la sociedad peruana.

La multiplicación y complejidad de nuestros vínculos crean dimensiones que no imaginábamos y, al parecer, amplían los universos de incertidumbre que enfrentamos.

Sin esa línea de sentido, que difícil será reconstruir nuestra sociedad. Requerimos, pues, dotarnos de una energía social constructiva.







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