Es cierto que la economía es mucho más que solo hacer más dinero o producir más. Al final del día, se trata de mejorar las condiciones de vida de las personas, que la sociedad sea mejor, que las familias vivan en mejores condiciones. No obstante, como bien lo dice el físico William Thomson Kelvin, conocido como Lord Kelvin, “lo que no se define, no se puede medir; lo que no se mide, no se puede mejorar; lo que no se mejora, se degrada siempre”. Entonces, si queremos reducir la pobreza, tenemos que poderla definir. Y esto es algo que no es tan fácil.
Hoy en día se habla tanto de la pobreza que uno podría pensar que es un concepto que se viene estudiando por siglos. Pero ese no es el caso. El estudio científico de la pobreza se remonta a inicios del siglo XX. Antes de eso se había hecho algunas estimaciones de qué porcentaje de la población era pobre, pero fue recién en 1889 que Charles Booth publicó su libro Vida y trabajo de la población de Londres, que revela cifras que él mismo había estado recolectando y que permiten entender mejor la pobreza en esa ciudad.
A la luz de lo que sabemos hoy, el material de Booth está plagado de problemas. No obstante, tiene el mérito de ser uno de los primeros en realizar estudios sistemáticos de la pobreza en el Reino Unido. Fue muy crítico de la estadística que existía en su tiempo y consideraba la data insatisfactoria de los censos. Inició un estudio por su cuenta sobre pobreza, ocupación y religión. En el segundo tomo de su obra, que se publicó en 1891, popularizó la de la línea de pobreza. Booth definió que 10 a 20 chelines a la semana era lo mínimo que una familia de cuatro a cinco miembros necesitaba para subsistir.
«Hoy en día se habla tanto de la pobreza que uno podría pensar que es un concepto que se viene estudiando por siglos».
Así es. La propuesta de usar una línea de pobreza para determinar quién es pobre y quién no se viene aplicando en el Reino Unido desde finales del siglo XIX. Aquí en el Perú estamos en el 2024 y todavía es tomado como una idea descabellada y motivo de burla.
Otra propuesta de Booth fue la introducción de pensiones para la vejez y comida gratis en colegios para estudiantes de bajos ingresos. Él describía estas propuestas como parte del “socialismo limitado”. Sugería que, para prevenir una revolución socialista en el Reino Unido, hacía falta este tipo de reformas. Booth no simpatizaba con las ideas del socialismo, pero sentía mucha simpatía por la clase obrera. Parte de sus estudios incluía largas conversaciones con familias en situación de pobreza, las cuales fueron registradas en sus diarios.
Otro aporte de Charles Booth fueron sus mapas de pobreza. Como consecuencia de la data que fue levantando, armó estos mapas para ilustrar las condiciones en las que vivía la gente, de tal manera que se pudiera entender mejor qué causaba la pobreza, qué la combatía, etc. Se enfocaba en factores cualitativos como la comida y la ropa. Con su equipo de investigadores visitaron todas las calles de Londres y catalogaron los hogares en distintas categorías. Estos mapas tuvieron mucho impacto en los debates de la época acerca de las políticas que se debían aplicar. Así se podía aplicar programas sociales inteligentemente, llegando con lo que se sabía que las familias necesitaban.
Ojo que todo esto fue hace un siglo y medio. Y los economistas que estudian la pobreza ciertamente han avanzado mucho desde entonces. Pero ¿la opinión pública también? En otros países, quizás. Aquí pareciera que no, porque apoya proyectos políticos que perjudican la reducción de la pobreza. Cuánto influenciador peruano tenemos hablando tonterías en medios sin entender lo que Booth ya entendía en 1890. En otros países habrán logrado aplicar sus propuestas y mejorarlas. Aquí estamos tan atrás.