
Las tecnologías como la nube y la IA, cuando se aplican correctamente, tienen el potencial de apoyar a empresas y organismos públicos en sus trayectorias para volverse ambientalmente más responsables.
Cuando surge una nueva tecnología, es común que se vea como facilitadora del aumento de la productividad y la reducción de costos. Sin embargo, estos son normalmente solo dos de sus atributos, posiblemente los más fáciles de observar. Tecnologías altamente difundidas como la nube y la inteligencia artificial (IA) tienen impactos más profundos en la experiencia de los usuarios, en la detección y corrección de problemas, en la calidad de las decisiones tomadas por el liderazgo e incluso en las acciones de sostenibilidad corporativa.
En un escenario cada vez más orientado por metas ESG (ambientales, sociales y de gobernanza), la sostenibilidad dejó de ser una agenda reputacional para convertirse en un factor estratégico de competitividad. Reducir la huella de carbono se ha convertido en una exigencia del mercado, de los inversores y de los consumidores. El desafío que se impone a las corporaciones es medir esta huella y encontrar formas factibles e inteligentes de neutralizarla.
«Reducir la huella de carbono se ha convertido en una exigencia del mercado, de los inversores y de los consumidores».
¿Pero dónde buscar estas respuestas? Sí, en la tecnología, entre ellas la computación en la nube. Ejecutivos atentos al costo de sus operaciones de TI saben que mantener servidores locales no es solo caro — es ambientalmente ineficiente. Un estudio de Accenture encargado por Amazon Web Services (AWS) estima que la infraestructura de nube es hasta 4,1 veces más eficiente que la infraestructura local y, cuando las cargas de trabajo son optimizadas, la huella de carbono asociada puede reducirse hasta en un 99 %. Son números expresivos, que se vuelven ambientalmente más relevantes cuando consideramos que al menos la mitad de la infraestructura global todavía está en centros de datos propios de empresas y organismos públicos.
Los grandes proveedores de nube también tienen sus compromisos de sostenibilidad. Por eso, operan centros de datos altamente optimizados, con gestión avanzada de consumo energético y de agua, además de reducir el consumo de materiales y de invertir en el reciclaje. Yendo más allá, se invierte considerablemente en chips especializados en determinadas cargas de trabajo y en modernas tecnologías de refrigeración.
El enfriamiento es estratégico en las acciones de reducción de la huella de carbono, ya que es una de las mayores fuentes de uso de energía en un centro de datos. Para aumentar la eficiencia, existen diferentes técnicas de enfriamiento, incluyendo enfriamiento por aire libre, dependiendo del lugar y la época del año, así como análisis de datos en tiempo real para adaptarse a las condiciones climáticas. La implementación de estas estrategias innovadoras de eficiencia energética y de enfriamiento es más desafiante a menor escala, es decir, en un centro de datos local típico.
Otra tecnología considerada por muchas personas como una amenaza ambiental pero que puede convertirse en aliada es la IA. Los ejecutivos que invierten en IA no están solo automatizando procesos y aumentando la productividad: están ganando capacidad de predecir, optimizar y reducir impactos ambientales a gran escala. Las industrias utilizan IA para optimizar el consumo energético en líneas de producción, operadores logísticos adoptan IA para crear rutas de entregas y optimizar el consumo de combustible, empresas minoristas utilizan algoritmos para predecir la demanda con precisión, evitando exceso de inventarios, desperdicio y transporte innecesario, y edificios corporativos gestionan la climatización de forma autónoma, con sensores e IA, reduciendo costos y emisiones.
Es posible hacer más, como aplicar la IA en el rastreo de emisiones de las cadenas de suministro — un dolor creciente para empresas que necesitan reportar alcances 1, 2 y 3 con transparencia y precisión.
Naturalmente, la tecnología también tiene su costo ambiental. La fabricación de hardware, el desecho de electrónicos y el alto consumo energético de algunos modelos de IA deben ser tenidos en cuenta. Sin embargo, su uso «para el bien», conforme vimos anteriormente, y los nuevos enfoques de «IA verde» — como modelos optimizados y técnicas de aprendizaje más eficientes — están emergiendo para equilibrar esta balanza.
Es posible usar la tecnología con conciencia ambiental. Para eso, mi recomendación al liderazgo empresarial es adoptar una postura proactiva: priorizar soluciones tecnológicas con menor impacto, establecer métricas claras de sostenibilidad y elegir socios comprometidos con prácticas ambientales responsables. El futuro lo agradece.