Por Stakeholders

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POR HANS ROTHGIESSER Miembro del Consejo Consultivo Stakeholders

El otrora famoso ciclista profesional Lance Armstrong había ganado siete veces seguidas el Tour de France luego de recuperarse de cáncer testicular. No obstante, estos reconocimientos se fueron por el drenaje cuando una investigación concluyó que había estado tomando drogas para incrementar su rendimiento durante varios años.

Armstrong había comenzado a competir desde que tenía 16 años. Antes de vencer en el Tour de France había ya sobresalido en otras competencias como el campeo[1]nato mundial de 1993, el Clásica de San Sebastián en 1995, el Tour DuPont en 1995 y 1996, así como otras varias victorias memorables a lo largo de Europa. En el año 1999 se comenzó a cuestionar que usara drogas. Por años él lo negaba de la manera más enfática y agresiva. Recién en 2012 la agencia norteamericana que supervisa el uso de drogas en deportes concluyó que las había estado usando por años para incrementar su rendimiento. No sólo eso, sino que además llegó a la conclusión de que Armstrong era el líder de una red sofisticada y profesionalizada que promovía el uso de drogas para deportistas como nunca se había visto. Se le excluyó de por vida de competir nuevamente y se le retiraron todos los trofeos y reconocimientos adquiridos.

Cuando todo salió a la luz, una de las defensas que utilizó Armstrong era que al cabo que todos lo hacían.

Algo similar sucede con el actor cómico fallecido Robin Williams, el cual tuvo una etapa en la que era adicto a la cocaína. Cuando lanzaron en los años ochenta la campaña “solo di que no a la droga” liderada por la primera dama Nancy Reagan, Williams comenta que a él le sonaba a broma. ¿Cómo vas a decir que no a algo que todos están usando a tu alrededor?

No obstante, no era cierto que todos se drogaban en las competencias de ciclismo. En la vida real, muchos lo hacían, es cierto. Pero no todos. Eso de que todos se drogaban es la excusa que se decía Armstrong a sí mismo para justificarse. De hecho, muchos de los ciclistas que colaboraron con evidencia para la investigación eran deportistas que no consumían drogas y sentían que se desvirtuaba el sentido de la competencia. Lo mismo sucede con Williams. Recién cuando uno de sus mejores amigos, John Belushi, falleció de una sobredosis, Williams abrió los ojos y cayó en cuenta de que no era cierto que todos se drogaban. De hecho, otro cómico que luego sería uno de sus mejores amigos, Billy Crystal, nunca había probado drogas.

En los años ochenta en el Perú también lo escuchábamos todo el tiempo. Al cabo que todos los políticos roban. Claro, porque así el político que roba diluye su culpa entre todos los políticos. Se justifica. ¿No nos han querido hacer creer eso mismo ahora último? ¿No están queriendo revivir ese cuento en estos días? Que todos los congresistas son unos indeseables, así que mejor cerremos todo el congreso. Pero al igual que la droga en los deportes o en la comedia, es un cuento que nos contamos a nosotros mismos.

No, no todos los congresistas son inmorales o están vendidos a distintos intereses. Nuestro trabajo como ciudadanos responsables es aprender a seleccionar cuáles son buenos y cuáles son malos. Y abogar para que se vayan los malos. Los que se contradicen todo el tiempo. Los que votan inexplicablemente por proyectos que sabemos que harán más daño. Y quedarnos con los buenos. Pero eso es mucha chamba, ¿no? Eso cansa. Mejor que se vayan todos, no más.               







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